Creando necesidades


¿Cómo te explico? ¿Cómo logro comunicar exactamente lo que deseo y siento sin que el medio que use y el tiempo que dispongo lo altere y por consecuencia recibas un mensaje que yo no comuniqué o lo interpretes de otra forma completamente distinta a la que yo supongo y deseo que lo hagas? Tal vez no lo logre, porque eso implicaría que tú seas yo, y yo tú, entonces este texto no tendría razón de existir, puesto que permanecería en mi, tú o nuestra mente, como una de esas incomoda idea subversivas que yo, tú o nosotros, intentamos callar o ahogar en el mar de silencio y censura que puede convertirse, o puedo, o puedes o podemos convertir a nuestra mente. Entonces, cómo comunicar algo tan simple de manera tan pura como lo absoluto, ya se que tal vez no lo logre, porque eso implicaría que vivas mi vida, para poder entender, aunque, déjame decirte, a manera de consuelo, que confió –no plenamente, porque el lenguaje no nos pertenece a nosotros exclusivamente, si no es de uso común y, por lo tanto, todos contribuimos a construirlo y deformarlo-, en que al menos, los códigos que usemos para decodificar letras, silencios, espacios y tiempos sea, al menos, compatibles. ¿Y cómo lograr aquello? Bueno, será porque al menos compartiremos un mismo lugar social de tantos que hoy en día los jóvenes a inicios del siglo XXI podemos llegar a tener. En fin, mi mensaje, mi noticia, mi idea, mi silencio podrá llegar a ti y me preocupa como te apropies de él, cómo lo entiendas, dónde te llegue, cómo te sientas cuando lo haga, qué pienses de mí cuando lo tengas en tus manos; me preocupa tanto que no sabes en verdad que me preocupo tanto por lo que te voy a decir como por cómo lo voy a hacer y por dónde te lo voy a hacer saber. Son tantas preocupaciones que en tiempos pasados nadie se hubiera imaginado considerarlas importantes para que dos personas se comprendieran, se dijeran cosas profundas y relevantes como un “te quiero”, o tan simples, sencillas y divinas como un “hola”, un “adiós”, un tierno “¿Cómo estás?” o un siempre afectivo principio de “¿Cómo te llamas?, ¿Me puedo sentar?”. Mi mente está llena de ideas, no siempre cuerdas no siempre trascendentes, no siempre interesantes, no siempre comunicables, por no ser claras o por ser demasiado evidentes, pero esto es un intento por ordenarlas, bueno, ordenarlas en el estricto sentido de catalogar, pues dudo que una mente pueda ser como un gran archivero en donde por orden alfabético pongamos los recuerdos de cuerdo al tema, por ejemplo, el primero, por ser la letra “A”, tendría que ser: Amor, ahí pondría mis versos, mis conversaciones, mis sueños e ilusiones, algunas, fotos, un par de rosters, silencios, risas y tantas otras cosas; después, seguiría ahí mismo: “Amistad”, y entonces surge el primer problema, ¿Acaso el amor no nace de la amistad y uno no puede existir sin la otra? Entonces cómo encontrar la diferencia de recueros y experiencias, ¿Dónde guardaría un par de tardes o salidas al cine? Y de esa forma podríamos complicarnos la existencia y pasar nuestra vida entendiendo la memoria y los procesos en los cuales registramos las experiencias, viviríamos dentro de nosotros y nos perderíamos de la vida que siempre está fuera de nosotros. Tal vez sea cierto y ellos tengan el derecho de la duda, tal vez nosotros no nos comprendamos y entendamos al cien por ciento, y siempre intentemos inventarnos formulas raras para interpretarnos, tal vez por que somos más complejo de lo que podemos teorizarlo y el único que integre lo que somos y lo comprenda y de respuestas sea el que nos diseñó.

Pero ya me desvié del tema central que deseaba desarrollar o al menos hacerte pasar por enterado o enterada, porqué sé que más de dos me han de leer. Ya sé que han sido muchas letras y menos palabras pero si me conoces podrás incluso escuchar el timbre de mi voz, el silencios de mis pausas, el tartamudeo habitual de expresarme que me obliga a hablar despacio, en fin, si no me conoces pensaras que soy un loco como tantos y dejarás aquí, o más adelante, de leer y no terminarás, aunque te perderás de lo que quiero decir, en fin, lo que quiero es que estés enterado de lo que quiero y trato de comunicar y no tanto que me conozcas, aunque, no se tú, pero al menos yo y muchos de los que conozco, siempre buscarán conocer un poco del autor y del lugar desde donde escribe para poder llegar a comprender un poco más el texto, si tú eres de los segundos, te cuento, es un domingo 19 de octubre, once horas de la noche con treinta y seis minutos, de música de fondo se escucha Jorge Drexle y la canción en turno es “Deseo”, a mi mano derecha, muy cerca del mouse hay, o había un pequeño vaso de cristal con vino tinto Concha y Toro Cabernet Sauvignon, estoy sentado, visto mi pijama y todavía no tengo mucho seño aunque ya es tarde y mañana es un día de trabajo. Muy bien, listo, aunque si tu eras o eres de los número uno creo que debiste haberte saltado el pequeño apartado anterior, de haberte dicho que lo iba a incluir, lo siento por no haberte dicho con anterioridad, pero tal vez no lo hice por descuidado sino conscientemente para que lo leyeras porque puede ser que me interese que me conozcas, por creer que podrás entender mejor lo que te voy a decir, digo, cuando lo empiece a hacer, porque hasta ahora todavía sigo desvariando y no he entrado en materia.

Titule este texto Creando necesidades, y lo incluí bajo la multitud de cuentos y ensayos que intento compilar en algo, que no sé que es o será, pero que llamaré porque ya lo llamé, Después de las diez y cuarto. Mmmm….. Ya me dio flojera contarte lo que quería comunicar, pero no hacerlo significaría haberte hecho perder tu valioso tiempo que has pasado en este escritorio. En fin. Al final solamente podrás tomar una decisión.

No se tú, pero desde que aparecieron en el mercado y vi el primero en persona surgió dentro de mí la necesidad de tener uno, por si no lo sabes, porque no lo sabes, no lo he dicho aún, estoy hablando, o voy a empezar a hablar de los mp3. Los primeros que salieron eran grandes, con poca capacidad, pero revolucionaron a la sociedad, en un dispositivo de unos cuantos centímetros cabe todo un mundo de información y sonidos. Al principio desplazaron al flopy de 3 ½, ¿Quién se acuerda de ellos? Yo todavía conservo algunos aunque ya no sepa dónde los voy a leer y si voy a poderlo hacer si encuentro algo apropiado. Sin embargo, en este vasto tema del mp3 quisiera limitarme al uso que le doy, le das o le damos o dábamos, para escuchar música, es ahí, en esa variable donde yo considero que surgió la idea de crear una necesidad, necesidad primera de poseer uno, ya sea para presumir, encajar en un grupo social donde encontramos identidad, ya sea porque se volvió una necesidad laboral o simplemente porque lo compramos en una de esas tantas especiales y ofertas aunque no supiéramos cómo usarlo y qué era. Primera necesidad, la necesidad de poseer uno. Segunda necesidad, su capacidad. La idea ya no era simplemente tenerlo, ahora seguiría el problema de cuánta capacidad tenía, 250 megas, 500 megas, ¡1G!, ¡2g!, ¡3 ó 4 u 8 ó 16G! ¡Tanto espacio que necesito, o necesitas o necesitamos usar y llenar!

Y es que escuchar música ya no fue lo mismo después de su aparición en mi vida, antes necesitaba comprar determinado CD, o bajarla música de Internet y quemar un limitado CD de 750 Megas, ¡Una burla frente al mp3 de 4G que tengo a la vista! Pero pienso, antes elegía con cuidado la música que quería oír, lo “quemaba por temas”, no por nada me sorprendí un día cuando busqué entre los CD´s de mi tío y encontré algunas leyendas como éstas: “Pa´ pistear”, “Puras románticas”, “Pa´ la fiesta” o para verse muy profesional, “Puras románticas v. 2, 3, 4 y 5” o “Piros corridos perrones”. ¿A dónde quiero llegar? A que elegíamos de acuerdo al tema, le dábamos un orden a nuestra alma, la preparábamos para sentir con determinada canción, una especial y después seguida de otra, predeterminada con alevosía y ventaja. ¿Qué sucedió con el mp3? Pues todos esos 12 CD`s se compilaron en un solo aparatito y las viejas y coloridas leyendas de sus superficies se olvidaron, ahora todas las múltiples sensaciones, emociones y sentimientos de desinhibición para alcoholizarse entre compas, o de romanticismo al recordar a un amor del presente o del pasado, o de alegría para bailar en una fiesta, o de puro interés histórico-social-antropológico de los corridos, quedó allanado y dentro de un ente monolítico de nombre “My music”. Yo pienso, los artistas –o aquellos que componen un CD y lo venden-, pensaron en un álbum de diez o veinte canciones, eligieron el orden de acuerdo a lo que querían transmitir, y así tenía sentido, pero ahora podemos revolverlos como collages digital y provocar paros auditivos sensoriales sin plena consciencia del daño que eso provoca a nuestra alma la gravedad de cambio en las melodías y los acordes que se puede llevar a cabo entre “track” y “track”. Y no quiero ni pretendo ser un conservador que no se adapta a los cambios ni hace uso de la tecnología, pues yo mismo tengo un mp3 de 4G, sino que trato de pensar el impacto que ha tenido y la forma en la que ha cambiado el mundo, bueno, al menos mi mundo o el mundo como yo lo entiendo.

La necesidad la crea al llenarlos de música, el problema es que no siempre se disfruta, ¿Porqué perder el tiempo escuchando una bella o simple canción si tengo todavía 2536 canciones que me están esperando? La necesidad de tener y escuchar más, como si nuestra sociedad no fuese una sociedad ruidosa, todos queremos más y escuchar más. Somos testigos de cómo estos pequeños dispositivos tan interesantes se convierten en catalizadores para la creación de mundos o enajenadores de realidades, ya que un individuo puede construir un mundo o su mundo a partir de lo que escucha y vivir en él, enajenado de la realidad, impotente a escuchar al otro individuo en su humanidad que está a su lado, camina junto a él o se sienta a su derecha, o izquierda en el taxi o camión. Esos cables delicados que salen de ellos y entran a nuestro cuerpo nos separan del otro, no nos dejan ni siquiera verlo, no podemos escucharlo en su dolor, en su alegría, y cuando parece que vemos algo delante de nosotros siempre repetimos un “Disculpe”… ya nos quedamos sordos para escuchar lo humano y pronto habrá generaciones que verdaderamente lo sean, porque algunos sujetos escuchan con un nivel de volumen muy alto, como queriéndolo compartir con los demás, y al paso de los años nos volveremos completamente sordos, me pone nervioso considerarme entre los primeros de ellos, de ahí que resolví usar un solo audífono para poder permanecer atento a los ruidos y silencios de la realidad, porque todavía sigo disfrutando una voz grave dulce que despierta interés o una chillante que pone a prueba mi paciencia, o las risas, o el llanto, o las noticias que de manera privada se comparten los amigos y que por indiscreto escuchas aunque no conoces al tal Juan y al mentado Pablo.

Evaluando el cambio en la sociedad a partir de su posibilidad de separarnos en burbujas en el mar de la calle, yo considero que hemos aceptado menos por más, aquello que siempre estará después de un “play”, por aquello vivo y real que no volverá tal vez jamás. Perdemos el tiempo para el contacto, para apreciar al ser humano en su compleja humanidad, de escuchar el alma de otros, el dolor de aquellos que no están lejos sino cerca y se toca su hombro con el nuestro. Si estos pequeños dispositivos nos arrancan nuestra humanidad deberíamos pensar el uso que les damos, deberíamos reconsiderar lo que llamamos espacio privado, deberíamos comprender que llevamos nuestra privacidad y nos exponemos a ella por media calle, que expresamos lo que escuchamos ante una sociedad que no nos ve, que tarareamos en voz baja porque otro no escucha nada y nos cree loco, que nos molesta escuchar al otro y escapamos a un mundo de amor y metal. No sé ustedes lo que piensen, no sé ustedes lo que opinen, no sé si tengan uno de esos aparatitos, no sé de cuanta capacidad sea, no sé lo que ustedes opinen, no sé si me escuchan, es más, no sé si me comuniqué como yo quería o si su apropiación de mi texto no sea la esperada, tal vez porque se deformó en el ciberespacio y no fue la forma correcta, porque digo, podremos empezar a quedarnos sordos pero no ciegos, y no necesitas escucharme, por eso lo escribí porque no sabía si hablado tuviera tu tiempo para expresarlo.

Comentarios

  1. yo te leo, puedo entender lo que dices, es posible observar el mundo a través de los ojos de otro, no es sencillo, pero es posible aprender, conocer... y eso que no soy tú, pienso que entre más cerca de la persona mejor la entiendes, pienso: así es con Jesús...

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  2. Abdieeeel!
    Realmente hablas mucho, hasta por los dedos... jajaja las altas horas de la noche y mi poco tiempo de suenio en la noche anterior, realmente me estaban llevando a lo que mecionanste, muchas letras y ninguna palabra... me solte riendo cuando vi que toda tu reflexion comenzo por el MP3, jajaja
    pense que dirias ipot, jajaja

    Hey con que tambien le entras al vinito?... vaya que lo del salmo 23 te agrado eeh... tu copa esta rebosando?
    Ja! deseo que no sea un vicio tuyo jovencito historiador.

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