Hay un canto ignorado en cada esquina
Otro de Después de las Diez y Cuarto, una serie de pequeñas historias urbanas....
EL CANTO IGNORADO
Temprano, antes que la estación de radio iniciara su programación regular, se levantó y dirigió al baño, tomó el cortabarbas e inició la poda de su barbilla, al final, vio con cierta alegría la casi perfecta rasurada.
Salió del baño y despertó a sus hijos para que llegaran temprano a la escuela, no tuvo respuesta, ellos se aferraron con todas sus fuerzas a la almohada. Regresó al lado de la habitación donde estaba su cama para arreglarla. Veinte minutos después estaba listo, a la puerta, guitarra al hombro y niños tomados de la mano, la abrió con gran pesar y dio titubeante los primeros pasos, buscó con su mirada a lo lejos una silueta familiar, la encontró.
De pronto, estaba frente a él una mujer joven de bellas formas, pero con el maquillaje corrido, que dejaba ver sus profundas ojeras, al instante los niños le soltaron de la mano y corrieron hacía ella. Por su parte, la joven intentó besar a sus niños ocultando el olor a alcohol. Al verla, él recordó aquellas palabras de amor pronunciadas a una preciosa y radiante joven vestida de blanco hace algunos años. La rabia y el coraje lo invaden cuando la comparó con su recuerdo y encuentra como resultado su fracaso. Los niños permanecen en medio de ellos, la joven tomó de su bolso un par de billetes y se los entregó, después se fueron.
Al quedarse solos, sin decir palabras simplemente se vieron a los ojos, y encontraron su reflejo; él inclinó por vergüenza el semblante y ella intentó cubrirse sus piernas con su corto vestido, maltratado y sucio. Se acercó a ella y extendiendo su mano entregó las llaves de su hogar. Entonces sin resistir más, la tomó entre sus brazos y sacando su pañuelo secó sus lágrimas. La besó delicadamente como queriendo decir mil cosas, soltó sus suaves manos frías y se abandonó a la calle.
En la primera estación del camión esperó paciente, pidió permiso para subir, caminó apretado por el pasillo hasta encontrarse un espacio, saludo a su público barato, rascó su guitarra y la hizo cantar con dos sencillos acordes, que todavía recuerdo con pesar, cantaba con dolor, como queriendo decir más que una simple canción. Usó su melodía para contarnos su vida y todos, o casi todos, se mostraron indiferentes, porque no le prestaron la suficiente atención para escuchar, o de perdida para agradecerle su sinceridad, no!, nadie o casi nadie lo supo apreciar. Al finalizar, regresó su guitarra al hombro, agradeció, por mera rutina y consciente de que era mentira, la supuesta atención, volvió a recorrer el pasillo para cobrar con unas pocas monedas la canción de su vida…
Repito.... hay una canción de dolor en cada esquina y nosotros no podemos sentirla... Rogemos al Padre sentir con su corazón...
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