Kakistocracia

Miguel Carbonell

Kakistocracia

10 de enero de 2009



Hace unos años Michelangelo Bovero nos advertía sobre una de las degeneraciones contemporáneas de los sistemas democráticos: las “kakistocracias”, es decir, el gobierno de los peores. Seguramente Bovero tenía en mente al sistema político italiano, que sigue siendo un gran laboratorio de las tendencias políticas de nuestros días, pero la idea muy bien se puede aplicar a México, pues hay elementos para pensar que estamos siendo gobernados por los peores, los más ineptos, los más corruptos y los más ignorantes.
La lista de elementos que acreditan la existencia de una “kakistocracia” mexicana es larga. Intentemos hacer un breve elenco que demuestra la zafiedad, el cinismo, la falta de talento, de moral y de respeto de nuestra clase política:
a) algunos de los más altos responsables de perseguir a la delincuencia organizada cobran cientos de miles de dólares al mes a uno de los más importantes cárteles de la droga, a cambio de pasarle información de los operativos oficiales y de los policías honestos a fin de que puedan ejecutarlos a ellos o a sus familiares;
b) un gobernador decide saltarse la Constitución y plantea un debate no sobre la posibilidad de reinstaurar la pena de muerte, sino de la manera de ejecutar a los condenados, “ya sea en la horca, por fusilamiento o algo más light, mediante inyección letal”;
c) otro gobernador gasta de forma encubierta cientos de millones de pesos en promover su imagen en los medios de comunicación, con el fin de apuntarse para la siguiente elección presidencial, logrando gracias a los medios lo que su talento no le ha permitido ganar en apoyo popular y reconocimiento por su obra de gobierno;
d) las aduanas de México son una coladera de todo tipo de armas, las cuales abastecen a los cárteles de la droga; ¿alguno de sus funcionarios ha sido llamado a cuentas por ese fracaso monumental?;
e) en un país donde se ejecuta a más de 5 mil personas al año no se conoce de la renuncia de ningún funcionario de primer nivel en el ámbito de la seguridad; casi todos los que han dejado su puesto lo han hecho por haber sido acusados de cometer delitos o por haber sido asesinados;
f) mientras el salario mínimo aumenta en un escaso 4.6%, los diputados locales de un estado del norte del país se suben el sueldo en 12%, demostrando que para hacer frente a la crisis ellos son los mejores y los más veloces en tomar medidas (sobre todo si les favorecen personalmente);
g) dirigentes sindicales presumen sin vergüenza su riqueza, obtenida no se sabe mediante qué trabajo, puesto que llevan décadas instalados en las nóminas corporativas y usufructuando impunemente las cuotas de sus afiliados y otras “prebendas” que el gobierno les entrega sin pedir cuentas de nada.
Los anteriores son casos de diferentes ámbitos de gobierno y de distintos poderes, cada uno de gravedad variable, que quieren ilustrar solamente lo extendida que está la negligencia y hasta dónde han podido escalar los más inútiles. Lo peor de todo es que nuestra clase política no solamente está entre las más corruptas del mundo, sino también es insolente y arrogante.
Hoy más que nunca es necesario hacer evidente el malestar ciudadano con su clase política, pues los cínicos y ramplones dirigentes que tenemos deben saber que estamos hartos de muchos de ellos y que los vamos a cambiar tan pronto como nos sea posible. También deben saber que no nos tragamos sus mentiras ni nos creemos sus discursos huecos y demagógicos. Es hora de que lo sepan y de que cada uno asuma su parte de responsabilidad. Lo menos que puede hacer la ciudadanía es quedarse de brazos cruzados mientras la plaga de políticos que tenemos sigue arrasando con el país. Que ellos conformen el gobierno de los peores no significa que nosotros debamos convertirnos en sus cómplices.

www.miguelcarbonell.com

Investigador del IIJ-UNAM

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