De pasitos lentos...

Caminaba lento, calzaba zapatos negros, gruesos y pesados, que no le dejaban dar largos pasos, por eso pedía las clases en la planta baja, para no sufrir en los escalones. Era chaparrito, canoso y con lentes gruesos, de mirada perdida, extraviada; gritaba para ser escuchado lo que él consideraba la verdad, era grosero, no le importaba "per Baco, per Baco", decía sin cesar, que en español no es más que un "por Baco, por Baco", sabía latín, era exseminarista. Su nombre Lorenzo, pero nadie lo recordará así, se autodenominaba "Tojo", porque prefería ponerse el mismo un apodo, y era versátil, podía ser el nombre de un admirante japones de la segunda guerra mundial o un diminutivo de lo que el consideraba un "tojodido". Era anciano, o lo es, no se si vive. Al menos lo respetabamos, era el único que se sentaba en las bancas del pasillo a platicar, nos sacaba de ondas, nos gustaba con el platicar.

Sentado al lado de una muchacha le preguntaba: Tienes novio?, la mayoría respondia "no", entonces el decía desconcertado y con tono de cínico: "que desperdicio", entonces al primero que pasaba nos comunicaba tan tremenda noticia. Mira tú, ella no tiene novio! Todos nos reiamos, entre cura y cura de jardines de prepa, el Tojo armó parejas.

De pasitos lentos recorría el plantel, nadie en dirección lo quería, era una reliquía, un rebelde con causa entre los jóvenes: "aprendan a hablar bien", nos decía, y en su clase de etimologías latín teniamos que hablar, "si Dios hablara lo hiciera en latín", repetía, después al ver nuestro lento avance volvía a repetir: "per Baco, per Baco".

El día que terminé la prepa me despedí de él, "Hay nos vemos Tojo, gracias, es mi último día, ya no nos vamos a volver a ver". "Hay muchacho", respondió, se acercó y me hizo la señal de la cruz en la frente mientras decía una oración en latín que todavía no comprendo, después dijo como todos los días, "adios", se dio la vuelta y subió a su carro grande y viejo, se fue, me fui.

No conservo fotografías suyas, no las necesito, no las quiero, en cambio, aparece en los apuntes de un par de cuadernos, donde se esforzaba a enseñarnos latín leyendo los evangelios, tan sólo los primeros tres capítulos de Marcos pudimos traducir, fue extraño, nos hizo leerlo.

"Per Baco, per Baco", todos repetiamos a manera de burla, "per Baco, per Baco", al profe núnca lo dejaron dar filosofía, estaba castigado.

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