Dos por diez, dos por diez.

“Dos por diez, dos por diez, pásele doñita, dos por diez”, grita el joven delante de su puesto de fruta; “¡Agarre y corra, agarre y corra!..., a pagar a la caja, agarra y corra… a pagar a la caja”, se escucha replicar la escandalosa y gruesa voz de otro vendedor. “Dos por diez, dos por diez doñita, la naranja para el jugo de la mañana, dos por diez el kilo, dos por diez”. Responde desde la esquina el joven defendiendo su puesto. “Ándele señito, pásele y se lo muestro sin compromiso”, interviene en el coro de vendedores una mujer con anteojos gruesos sentada en un banquito.

“¿Es lo menos?”, pregunta una potencia compradora a la dueña del puesto por un pantalón. “Sí doñita, es lo menos, está casi nuevo, todavía tiene la etiqueta, ahí véale, es de buena marca, cincuenta dólares nuevo, yo se lo estoy dando en setenta y cinco pesos”. “A dos por diez, dos por diez las naranjas para el jugo de las mañanas, a dos por diez, pásele, venga y llévele que se acaba y me voy, a dos por diez, a dos por diez”. “Cajeta de Celaya, llévele, llévele, cajeta de Celaya, doce pesos el vaso de la rica cajeta de Celaya, que no se le vaya, a doce pesos el vaso de rica cajeta de Celaya”. “Pero es que este pantalón está roto de la bolsa oiga, mire, déjemelo en cincuenta”. “Y si no se la haya es que no ha llevado su cajeta de Celaya, llévele, llévele”, replicaba el vendedor.

“Pescado fresco, pásele, tenemos angelito, cabrilla, para el caldo, el ceviche y el filete, también hay camarón y almejas, pásele todo bonito fresco y barato”. “Agarre y corra, agarre y corra…, pero a pagar a la caja, señora, tenemos fruta de temporada, manzana, durazno, plátano, naranjas, nopales, cebollas y tomates, agarre y corra…, pero a pagar a la caja”. “Aquí esta lo bueno, aquí sí está lo bueno, bueno, bonito y barato”, gritó de entre los puestos un tercero. “Dos por diez, tenemos todo a dos por diez, melones, sandias y limones, a dos por diez, pásele y llévele”.

“Bájele otros diez pesitos seño y me lo llevo”, replicó el ahora cliente ante los ojos desesperados del buen regateador de ropa de segundas en el puesto del sobreruedas las mañanas de los sábados. “No seño, ya no le puedo bajar más, sesenta, ni usté ni yo”. “Dos por diez, dos por diez, dos kilos de naranja por diez pesos”. “Pásele muchacho, barato, puede probárselo sin compromiso”. “Cajeta de Celaya, llévele, llévele, cajeta de Celaya, doce pesos el vaso de la rica cajeta de Celaya, que no se le vaya, a doce pesos el vaso de rica cajeta de Celaya”. “A cinco pesos la pieza de la mesa muchacha”.

Y así, desde las seis de la mañana gritan a coro en el sobreruedas, que es un mosaico de colores, voces y aromas que se revuelven entre calles polvorientas y llenas. “Dos por diez, dos por diez, dos kilos de naranja por diez pesos”.

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