Prefiero la democracia imperfecta, aquella que la participación ciudadana avanza dos pasos y las vicisitudes humanas hacen retroceder otras tres; sí, la prefiero en lugar de la teocracia de las élites, esa oligarquía espiritual manipuladora que opera bajo legitimaciones divinas, teologías torcidas a conveniencia y los acuerdos bajo la mesa. Llámenme ingenuo pero no creo a los políticos en tiempos de campaña, por más Biblias que acojan bajo el brazo y disposición a recibir oraciones. En momentos como estos, a la iglesia evangélica mexicana nos convendría: (1) recordarnos que vivimos una frágil república democratica de la cual todos somos responsables, no únicamente mediante el ejercicio del voto sino también en la rendición de cuentas y exigencia de que el estado garantice la paz, justicia y bienestar de todos. (2) espantarnos del imaginario político la teocracia y recordar las lecciones de la escuelita bíblica dominical. Dios es Señor de la historia. Los políticos no...
Abdiel, gracias por visitar mi blog. Ese texto (que ojala sea parte de un cuento que en algun momento escriba) que comentaste me surgio a partir de la lectura de un texto de Susan Gillespie "Los reyes aztecas". Ella tiene una perspectiva estructuralista y no descarta ninguna fuente aunque este "contaminada".
ResponderEliminarLa "muerte" fue una metafora que use para referirme a la quema de libros y de historia. Asi veo yo a la historia, como parte integrante del individuo. Si la historia cambia, la sociedad cambia. Sin historia somos mas extraños, un poco menos humanos y con menos vida.
La historia se reescribe y eso es lo que le da riqueza. De alguna manera, nadie tiene toda la razon, aunque algunos esten mas errados que otros. Y por supuesto: "el pasado cambia en la medida que establecemos nuevas relaciones con él."