Encrucijadas
Hermanos hombres: ¿Hemos tenido mayor oportunidad para amarles, reconociéndoles su valiosa y enriquecedora presencia y experiencia en la construcción de la realidad y proyección de un futuro plural y equitativo? Nuestros predecesores pensaron el mundo, sus instituciones y estructuras, posteriormente se esforzaron a volver realidad sus planes, y en cada pieza colocada faltó el tacto y la observación aguda de su presencia. Hermanos hombres: ¿Cuál es el reto del hombre a inicios del siglo XXI frente a la historia de lucha y reivindicación de la mujer?
Asumiremos la misma posición que nuestros padres al condenarlas al olvido y silencio, definitivamente es una empresa que nadie en su cabal juicio se atreverá a hacer. O por el contrario, recapacitaremos en un tema que por tanto tiempo hemos olvidado y seremos nosotros parte del fin de las estructuras que aún quedan y las detienen. ¿Qué haremos? Procurar su silencio o abrirles el espacio para escucharles y dejar que participen de la construcción del mundo.
Algunos se molestarán por compartir el espacio y crédito con ellas, otros las lastimaran y buscaran por los medios que quedan de hacerla sentir inferior, algunos pocos entraran en conflicto directo con ellas, pero unos pocos cederemos espacio para otorgárselos a ellas, daremos pasos en la desarticulación de los modelos que las oprimen y buscaremos, aún contra los esfuerzo de “los nuestros”, la equidad y los mismos derechos. Razón tienen, no somos iguales, claro que no, pero somos merecedores de los mismos derechos y oportunidades. El hombre que no reconozca esto y no lo viva no ha encontrado el gozo de poder entender el mundo y sus relaciones de una forma completa.
El cambio resultará benéfico para todos, pero las exigencias serán mucho mayores, porque ellas no entienden la pereza ni la falta de entrega del esfuerzo extra. Pues su propia experiencia e historia es la del esfuerzo, entrega y lucha por buscar reconocimiento, espacio para articular sus ideas y los medios para comunicarlas.
Ahora seremos extraños a nuestro propio mundo desde los ojos de nuestros padres, porque no entenderían nuestra actitud y posición. Pero no buscamos agradarles. La virilidad y hombría no consiste en la fuerza o el vigor, menos en la capacidad de control, nuestra fuerza es tan fuerte como la sonrisa que la destruye.
Habrá que vivir sin máscaras, reconociendo y respetando sus espacios, sus palabras, sus planes, sus aromas, sus colores; habrá que escuchar antes de hablar, buscar consenso y diálogo, antes de someter y mandar; habrá que amar en el compartir y dar, abandonando la exigencia y sumisión. La imagen del Dios de amor, misericordia y entrega que nos ha formado ha sido revelada al mudo en su Hijo, pero permanece en medio de nosotros en el beso y abrazo de la madre, la mujer que amas, la hija y la hermana.
Asumiremos la misma posición que nuestros padres al condenarlas al olvido y silencio, definitivamente es una empresa que nadie en su cabal juicio se atreverá a hacer. O por el contrario, recapacitaremos en un tema que por tanto tiempo hemos olvidado y seremos nosotros parte del fin de las estructuras que aún quedan y las detienen. ¿Qué haremos? Procurar su silencio o abrirles el espacio para escucharles y dejar que participen de la construcción del mundo.
Algunos se molestarán por compartir el espacio y crédito con ellas, otros las lastimaran y buscaran por los medios que quedan de hacerla sentir inferior, algunos pocos entraran en conflicto directo con ellas, pero unos pocos cederemos espacio para otorgárselos a ellas, daremos pasos en la desarticulación de los modelos que las oprimen y buscaremos, aún contra los esfuerzo de “los nuestros”, la equidad y los mismos derechos. Razón tienen, no somos iguales, claro que no, pero somos merecedores de los mismos derechos y oportunidades. El hombre que no reconozca esto y no lo viva no ha encontrado el gozo de poder entender el mundo y sus relaciones de una forma completa.
El cambio resultará benéfico para todos, pero las exigencias serán mucho mayores, porque ellas no entienden la pereza ni la falta de entrega del esfuerzo extra. Pues su propia experiencia e historia es la del esfuerzo, entrega y lucha por buscar reconocimiento, espacio para articular sus ideas y los medios para comunicarlas.
Ahora seremos extraños a nuestro propio mundo desde los ojos de nuestros padres, porque no entenderían nuestra actitud y posición. Pero no buscamos agradarles. La virilidad y hombría no consiste en la fuerza o el vigor, menos en la capacidad de control, nuestra fuerza es tan fuerte como la sonrisa que la destruye.
Habrá que vivir sin máscaras, reconociendo y respetando sus espacios, sus palabras, sus planes, sus aromas, sus colores; habrá que escuchar antes de hablar, buscar consenso y diálogo, antes de someter y mandar; habrá que amar en el compartir y dar, abandonando la exigencia y sumisión. La imagen del Dios de amor, misericordia y entrega que nos ha formado ha sido revelada al mudo en su Hijo, pero permanece en medio de nosotros en el beso y abrazo de la madre, la mujer que amas, la hija y la hermana.
Leer este texto viniendo de tí me da un enorme gusto, agradecimiento y me hace sentir un desafío. Admiro lo que escribes sobre todo porque sé que es real, que viene desde lo profundo de tu mente y corazón y me doy una idea de lo que tiene que pasar para que alguien emita estas palabras. Gracias y sobre todo doy gracias al Eterno por hacernos de los mejores amig@s y compañer@s del camino. Te quiero mucho,
ResponderEliminarAle
DISENSIÓN
ResponderEliminar