TRANQUILAMENTE

Sobrevivo a la ventisca, el Aquilón azotó con fuerza, me aferro al suelo, como arbusto pequeño, sin hojas, pero de raíz profunda; soporto el embate, el dolor, la preocupación y tensión, aguardo silencioso, mis palabras tendrán control, mis ojos escucharán, la oscuridad nos rodea, pero en el horizonte se ve el primer rayo de sol, la mañana vendrá, no hay otra respuesta. El jardín volverá a florecer, el Señor se paseará en él, otros lo verán, el malo ha sido expulsado. Dios obrando.

Los días no han sido fáciles, duelen los recuerdos, las acciones no pensadas, los golpes de las relaciones, pero satisface más disfrutar la gracia y el perdón que el Eterno ofrece a través de otros. No hay comunidad en la individualidad, no hay crecimiento sin reto, no hay amistad que no sea probada, hay un Dios que se manifiesta en múltiples maneras, hay poder en las palabras, hay corazones que buscan agradar a Dios por encima de sus propios anhelos. Me he dado cuenta de la comunidad que somos, de lo unidos que somos.

Los inicios siempre presentan detalles y reajustes en el camino, pero no caminamos nuestro sendero (nos apartaría), damos pasos en Jesús, con el costo que eso significa. El costo, un precio, un desprendimiento del yo, tú, él, ella, nosotros.

Por ejemplo, el inicio de este semestre fue extraño, más agotador de lo normal, mis planes era llevarlo tranquilo, las clases se redujeron, pero aumentaron otras actividades, las relaciones interpersonales demandaron más tiempo, más cuidado, más escucha-habla. Aún a pesar de eso, confío en la misericordia, en la formación que esto traerá a mi vida y la de los demás, inicio contento (o en palabras más sabias y bíblicas:

T R A N Q U I L A M E N T E).


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