Conversaciones con una mujer maltratada llamada Tijuana

Niña de risa discreta y ojos tristes,

No llores,

Siéntate a mi lado para contarte tus primeros días,

Aquellos que todavía conservo en mis memorias,

Y tú olvidaste en la juventud.

Días de paz y gozo fueron aquellos

Cuando Dios abrió los cielos y descendió,

Te parió con amor,

Como madre a su primogénito,

Cubrió tu cuerpo desnudo con neblina matutina

Y posó tu cabeza sobre tu pecho,

Llenóte el rostro de besos

Y sus labios húmedos fueron cual brisa de marina,

A tu frente y doradas mejillas de estepa.

Trazó con sus dedos,

Cual niño juega en el barro,

El cauce de un río,

Juntó la tierra entre sus manos y levantó el Colorado,

Por qué dices:

“El Señor me ha olvidado”,

Si cada atardecer él está a tu lado,

Te busca desde lejos como enamorado.


Yo creo que tú le has rechazado,

Como joven deslumbrada por los placeres

Huiste de casa,

Abriste tu puerta al extraño,

Vendiste tu cuerpo a cambio de dinero,

Desperdiciaste la inocencia del amor primero

Y tu ternura diste al extranjero.


Pero yo sé mujer de nombre bello

Que un día han de reencontrarse,

Entonces de tus montes brotarán vida,

En las calles de tu piel habrá justicia

Y la multitud de tus hijos conocerán la paz.

El día viene, señalado está,

Cuando de tus injusticias el Señor te librará.


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