Crónica de un congreso anunciado...
...o de cómo el Pato y yo nos pusimos a llorar cuando platicábamos en un café en Ciudad Juárez mientras desayunábamos un chocolate y un tamal mientras le pagamos a un conjunto norteño para que atrás de nosotros tocara Paso del Norte.
Estoy a punto de salir de Ciudad Juárez, es domingo 1 de noviembre, después de seis días de vivir en una ciudad orgullosa de su historia, que se siente protagónica en la historia de México pero que vive en resistencia constante contra el miedo y la ingobernabilidad. Es mi segunda estancia en estas tierras, que para mi sorpresa me recibió con nieve en los cerros de los alrededores y El Paso. En un día más estaré en casa, en Tijuana, es evidente los muchos paralelismos que estas dos ciudades pueden tener, suelen ser más que las diferencias.
Como la primera vez que visité esta ciudad fronteriza fue para un evento académico de historia en esta segunda ocasión el pretexto fue el mismo. Mis compañeros y yo asistimos al XII Congreso Internacional de Historia Regional, éramos como tres neófitos en estas cosas de la historia, donde escuchamos y expusimos nuestras ideas. Fue bueno. Sin embargo no ocurrió solamente eso, y ahora quiero introducir una nota aclaratoria: dije “no ocurrió solamente eso”, porque estoy escribiendo desde el camión a dos días de distancia de los sucesos que intento representar. Rodeos del lenguaje, perdón, tal vez estoy cansado. En esta ocasión el Señor tenía más planes, por supuesto, siempre más trascendentes. Él usa el más caro congreso para volverlo un simple pretexto de cosas realmente importantes en esencia y fondo, las personas. Este Dios del que somos suyos nos enamora a diario con pequeñas y grandes sorpresas, mientras camina con nosotros nos hace disfrutar de los caminos y los encuentros con los hermanos y amigos para hacer un poco más ameno y divertido el caminar.
Así que para darle la importancia correcta a estos dos propósitos aparentemente iguales pero radicalmente opuestos: un congreso, que en su vertiente moderada es una oportunidad formativa y para adquirir experiencia académica pero que en su mayor radicalización puede convertirse en templo para el individualismo y egoísmo; y la compañía de los amigos en las situaciones difícilmente cotidianas de la fe práctica, que siempre será más interesante que cualquier congreso, diré al respecto del primero: “Fue un foro para dar a conocer una reflexión comunitaria y compartida con el fin de recibir comentarios propositivos, y al mismo adquirir nuevas experiencias formativas en la práctica de historiador.” Tal vez en otro texto me detenga con más detalles en este evento, en esta ocasión no. Por ahora al grano.
Volver a ver a Patricio y platicar con él fue de gran descanso y animo a mi vida, en el fondo creo que para la suya también, porque ambos pudimos reconocer nuestras vidas como producto inconcluso de la obra de Dios y no simplemente como vidas con cicatrices profundas y en algunos casos todavía dolorosas de un pasado que no elegimos o no supimos administrar. El Dios que nos llamó nos toma tal cual e inicia su obra redentora que incluye nuestra identidad misma, nuestra historia y le da sentido (tal vez Dios es el mejor historiador), no la cambia, no quita las consecuencias de las acciones pero nos hace concebir una posibilidad de futuro distinto, uno donde nos invita a soñar en la justicia y esperanza, un futuro al que nos llama a labrarlo y vivirlo en las decisiones y acciones presentes. ¡Ah Dios del que somos tuyos! ¿Quién puede pensar nuestras vidas mejor que tú?
La inquebrantable decisión de asumir el llamado y vivir la jornada ardua de sembrar pude verla en la mirada del joven-hombre de carácter fuerte que se sabe amado y acompañado por Dios, ese que le gusta el baile y la música de acordeón y bajo sexto. Mi oración es que la gracia y el amor de Dios abunden en su vida por medio de Jesús, nuestro amado Señor y Salvador.
Un día pudimos estar en la célula que ha iniciado en ICSA, en la UACJ, es hermoso ver como inició a crecer tierno y delicado el testimonio de un Jesús que puede responder a las necesidades del universitario en una ciudad como lo es Juárez. Me sentía contento, emocionado, agradecido por Dios por dejarme ver su obra. Nancy es una chica que ha asumido el llamado con compromiso a ser testimonio vivo de la esperanza y amor del Padre para con los hombres en Jesús, sal y luz en una sociedad compleja como la nuestra donde no se comprometen los valores del reino. Dios guarde la vida de estos dos jóvenes y honre su fidelidad, él, quien nos ha llamado, llamará a otros más.
Debo confesar que en un principio la idea era original era usar Juárez de trampolín, la meta era Chihuahua, platicar con “extraños” y mostrar el ministerio estudiantil invitando-retando a los universitarios cristianos a asumir el llamado, pero va, qué son nuestros planes. Por algunas circunstancias que ahora agradezco a Dios tal viaje se canceló y lo que en un principio se pudo traducir en derrota se convirtió en gozo al saber lo que ese mismo día nos esperaría. Nuestro inició con un rico chocolate y un tamal en un café popular y tradicional de Juárez, del cual quedé enamorado, un local amplio, diría grande, al centro una barra en forma de óvalo y a las orillas un sinfín de sillas, una atmosfera de esas que son como cálidas y familiares, donde se ven rostros de personas mayores que se confunden con el de los resto formando una extraña familia que se reconoce solo a la hora del desayuno o la comida. La conversación que amenizó nuestro desayuno fue tiernamente conmovedora, a tal punto que las lágrimas brotaron de nuestros ojos, curioso cuadro aquel, dos jóvenes desayunando y llorando, no sé que pensaron los demás, no me importa, sólo sé que esa experiencia está estampada en mi corazón. Lo más gracioso fue pedirle a un par de músicos que por ahí andaban unas canciones, El cachanilla (no se la sabía), Pescadores de Ensenada (ya de perdida, tampoco se la supieron), cuando por fin tocaron las que dijeron que sí sabían: El caballo blanco, El corrido de Chihuahua, Paso del Norte, nos dimos cuenta que se saltaron algunas estrofas. Fue divertido escuchar música mientras secábamos nuestras lágrimas. El día no terminó ahí, continuó con una visita a una librería de viejo, después un estudio bíblico en un parque, una cita con un pastor y una rica hamburguesa de cena.
No cabe duda, uno pone pero Dios dispone (jeje) ahora pienso en lo bueno que fue quedarnos en Juárez, gracias Dios. Ahora a tomar nuevas fuerzas, con amigos en la distancia pero cercanos en el corazón, en lo intimo de nuestras situaciones pasadas-presentes, en la esperanza compartida, en el anhelo esperado. Me quedo con las palabras, para mí y para Patricio, que el que inició la buena obra en nosotros la terminará hasta el día del Señor.
Fue un viaje corto, agradable, de mucho ánimo y que como todos plantean nuevos retos y más necesidades de buscar la dirección de Dios. Entre los balazos y el frío dos cosas son seguras y nadie nos la puede arrebatar, ni la muerte, los amigos que hacemos comunidad desde lejos pero de quienes sentimos su amor cálidamente a diario que llevamos en el pensamiento y la presencia siempre de Dios que no nos deja.
Gracias a Dios por la vida de ustedes, par de dos.
ResponderEliminarNo tienes idea del gusto que me da leer que ambos están bien y que Dios los guarda. Pero más, que Dios mismo guía las acciones y todo lo que nos sucede. ¡Nos vemos en enero!