EL NIÑO JESÚS Y LA NAVIDAD I
Estoy sentado frente a mi computadora y me salta a la memoria la fecha del día de hoy, 4 de diciembre –sonrío, como esperando algo, evidencia de esa mala costumbre promovida por la mercadotecnia en estas víspera- y pienso que por lo menos los noticieros nos deberían de alertar en sus cápsulas del estado del tiempo que se avecina en el horizonte una furiosa tormenta de rebajas de precios, grandes descuentos, ventas de remate y otras muchas formas de comprar cariño fingido a razón de la víspera de Navidad. El hombre gordo de barba blanca ya ocupa los primeros lugares de las plazas y centros comerciales y, como sucede año con año, las referencias al niño de Belén y los villancicos se escuchan menos. Esto parece ser un ejemplo sencillo de estas llamadas sociedades postcristianas.
Entonces me vuelvo a mis pensamientos para preguntarme de qué forma nuestros esfuerzos como cristianos deberán estar encaminados a devolverle el verdadero sentido a esto que todavía hoy llamamos Navidad, la buena noticia de Dios para todos los seres humanos. Una primera opción es correr a tapizar las paredes de nuestra ciudad con imágenes del establo de Belén y así competir con el hombre obeso de abrigo color rojo. La segunda es más complicada, tal vez por eso es la menos recurrente y consiste en ver la Navidad en una perspectiva más amplia, dentro del plan divino de redención, y experimentar el gozo que trae a nuestra vida esta noticia de parte de Dios, con todo y sus implicaciones en la vida cotidiana. Solo así, creo, del conocimiento del Hijo de Dios y de la experiencia de su perdón, podremos comunicar con nuestra vida misma las buenas nuevas del Creador a todos, volviendo de esa forma trascendente, en cualquier espacio-tiempo, la imagen del niño del pesebre.
Pero entonces, ¿Por qué ha perdido importancia el nacimiento de Jesús en el establo de Belén? Por la cada vez menos existente relación entre el acontecimiento, su significado y sus implicaciones para la humanidad en cualquier espacio-tiempo y para el universo mismo. Es decir, si Jesús nació o no da igual, no importa, y si así fue –suceso por algunos neciamente cuestionado- está muerto, entonces, ¿Por qué celebrar su nacimiento? Por qué es noticia de gran gozo y alegría, tal como los ángeles lo comunicaron a los pastores? Porque Dios por fin solucionará de raíz el problema del pecado en el ser humano, Dios está con nosotros, “Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).
Aún así, las representaciones de un indefenso Jesús bebe bien puede atiborrar nuestro imaginario y no obligar a nadie a responder con su vida a él. Pues después de todo, ¿Qué poder tiene ese niño sobre mí? ¡Pero la Navidad es donde inicia la historia del Jesús adulto que caminó en esta tierra, este Jesús Hijo de Dios que habitó entre nosotros, predicó el Reino de Dios, sanó enfermos, expulsó demonios, enfrentó a los religiosos, se reunió con los pecadores, murió en la cruz para limpiar los pecados del ser humano y resucitó al tercer día! Se nos olvida, con suma facilidad, que ese mismo niño es el Rey por encima de todos y que Dios ha dejado el juicio en su mano. Este mismo Jesús autonombrado la verdad y la vida, pan de vida y el único camino al Padre, está vivo y ofreciendo perdón y reconciliación con Dios Padre. El día que pongamos en perspectiva más grande la Navidad y la dejemos de ver como un hecho aislado en la historia de la humanidad y en el plan de Dios para con el hombre podremos, con mayor facilidad, preguntarnos a nosotros mismos y a los demás, ¿Cómo respondemos a esta acción de Dios? Como Juan mismo escribió en repetidas ocasiones:; “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida (pues la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.” (1Juan:1-3).
Dios se ha hecho cercano, ¿a dónde iremos? “Porque de tal manera amó Dios al mundo que envió a su Hijo unigénito para que todo el que en él crea no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 3:16). ¿Recibiremos las buenas noticias y sus implicaciones morales, políticas, culturales, económicas que la acompañan? O seguiremos de largo por los pasillos de los aparadores en busca de una mejor oferta. La Navidad sigue siendo motivo de gran gozo para todos los seres humanos, Dios puso en marcha su plan para acabar de una vez por todas con el pecado que nos mantenía alejados de él. Jesús, su Hijo, vino al mundo para demostrar ese amor por nosotros.
Gracias por ayudar a re-significar la Navidad, a pensarla. Que este lindo mensaje llegue a más personas, es mi oración. Te quiero mucho amigo y compañero del camino!
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