Conversaciones con Rubén Darío... (I)

Desde hace dos semanas Rubén Darío y yo iniciamos una serie de conversaciones, debo admitirlo, cuando nos encontramos por primera vez estaba nervioso, había escuchado tantas cosas buenas de él y por fin nos encontrabamos personalmente. Al principio el señor me pareció extraño, no encontraba puente entre su poesía y yo, a tal grado que en algunos momentos llegué a juzgarle por cursi. Después, cuando comenzó a relatar algo sobre su vida me interesé, pero llegó un momento cuando me contaba como Porfirio Díaz no lo recibió en México en 1910 y la conversación subió de tono, yo intentaba apenado disculpar a Díaz por su descortesía pero Don Rubén, como le llamé durante toda nuestra conversación, seguía empesinado en echarmelo en cara. Una vez salvada la charla continuamos, él muy emocionado me recitaba de memoria líneas y líneas, pero yo escuchaba un poco desanimado, cuando de repente me encontré envuelto por sus palabras y definitivamente me cautivó, pues jamás pensé que semejante personaje se atreviera a decir tales declaraciones. Por lo tanto, aquí se las dejo.

VIII
A ROOSEVELT

¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.

Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.

Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!

Rubén Darío

Cuando terminó de hablar sonreí satisfecho, me apresuré a ponerme de pie primero en cuanto vi sus intenciones de levantarse de su asiento, le estreché la mano contento, se despidió con un saludo singular y siguió su camino, no sin antes prometerme que nos volveríamos a reunir a charlar.

Comentarios

  1. Woow! jaja, gracias por compartir tu conversación.

    ResponderEliminar
  2. brooo...te confieso que este escrito me gusto mucho man...sigue haciendo de estos...disfrute leerlo jeje

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿Por qué soy cristiano? De John Stott

Prefiero la democracia imperfecta a una teocracia imperfecta

Dios con nosotros