En otra ciudad que no es la mía

... Me siento a comer con personajes que ya no me son extraños, son cercanos aunque no los haya visto en un año. En otro escritorio que no es necesariamente el mío escribo, lo que al leer tiempo después reconozco como mis palabras. Esta ciudad enorme le conflictua, me hace sentir pequeño, extranjero, y aunque la recorra una y otra vez en el fondo se que no me entiende del todo, ni yo a ella. Mi acento me identifica como "no de aquí", turista...
Pero aunque sigo escribiendo me recuerdo que la ciudad son piedra sobre piedra, organizada sobre una lógica de poder desconocida y macabramente mecanizada. Por mas años que estén impregnadas en la piedra no podrán superar los rostros de millones que le dan vida. Vuelvo a leer las ultimas dos líneas y sonrió, me digo a mi mismo, "una ciudad de personas". Esa idea me gusta, la conservo, entonces me Pinto un mejor panorama, andar la ciudad es relacionarse con las personas, caminando a su lado, esquivando juntos los peligros, disfrutando juntos, inventar nuevas formas de vivir la fe en medio de este mundo.
La ciudad que no es la mía me enseña humildad, respeto; los hijos de esta madre anciana y fuerte me proponen nuevas formas de ser, que entran en dialogo colmo que yo he dejado que constituya mi ser. Jamás regresas igual a casa, jamás, siempre un elemento de mi cotidianidad tijuanense me evocará una imagen o un símbolo de esta otra ciudad enorme desde donde escribo, y que admiro y cuestiono; y así, me podré ir contento, pensando que también esta ciudad capital y sus habitantes jamás podrán quedar igual, porque de la misma forma que a mi me cambio, mis pequeños y muchos pasos en ella la volverán distinta. Nadie permanece igual. Al menos aquí un equilibrio.

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