Melina
Había caminado despistado sin considerar quien estaba a mi lado sentado en la terraza del café de enfrente, había más motivos que la curiosidad para acercarse a aquel sujeto de mirada concentrada y larga cabellera que descansaba tarareando alguna canción. Defraudado por no poder adivinar su nombre pregunté al mesero, que con atención le servía más vino y conducía a alguna mujer hasta él, a quien con atención saludaba y escribía alguna frase sobre la servilleta o sobre algún cartón. "Es Camilo Sesto", dijo el mesero y yo ignorante como siempre respondí: "¿Quién?", pero al escucharme sonrió pensando que estaba asombrado y no confudido. De tal forma que como me ocurrió con Rubén Darío la ocasión anterior, me presenté formalmente y esperé su benevolencia, para dedicarme algún instante de su tiempo, y con gratitud me senté ante él cuando me dio la bienvenida.
Platicamos y le escuché cantar, quedé satisfecho, él se disculpo por marcharse cuando llegó por él una bella mujer, que yo supuse era Melina Mercuri
Platicamos y le escuché cantar, quedé satisfecho, él se disculpo por marcharse cuando llegó por él una bella mujer, que yo supuse era Melina Mercuri
Eres fuego de amor
luz del sol
volcán y tierra
por donde pasas
dejas huella
Mujer
tú naciste para querer
has luchado por volver
a tu tierra y con tu gente
Has vuelto
Melina
alza tus manos hacia dios
que el escuche tu voz
Has vuelto
Melina
tus ojos reflejan el dolor
y tu alma el amor
La huella de tu canto
echó raíces
Melina
y vuelven a reír
tus ojos grises
Melina
Tu vida y tu razón
es tu país
donde el mar se hizo gris
donde el llanto
ahora es canto
Has vuelto, Melina
alza tus manos hacia dios
que el escuche tu voz
Has vuelto, Melina
tus ojos reflejan el dolor
y tu alma el amor
La huella de tu canto
echó raíces
Melina
y vuelven a reír
tus ojos grises
Melina
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