El plural singular.

O carta abierta para Ale y Pedro:

Los extraño, y me melancolía me lo recuerda, aunque sabíamos que el tiempo – ¡ah! ironías, ese mismo al que juntos tantas veces luchamos por darle sentido- terminaría distanciándonos y que para ese cambio nunca podríamos estar preparados. Pero no nos hemos ido los unos de los otros, nos acompañamos, en menor o mayor medida, en los recuerdos, en el corazón (quiero creer) y en esas ideas tan notoriamente compartidas que al dialogarlas las pronunciamos todos.
Pienso que en el fondo sabíamos que sería yo el primero en decirlo y ponerme cursi. No me importa. En el fondo también esto es compartido. También sé, y casi podría apostarlo, que dirán: “exagerado”. Pero, ¿Y qué? El cambio, el cambio, los cambios.
No nos hemos perdido, ¿Podríamos? Nos vemos a la distancia, y eso es bueno. Por lo pronto ahora los “Necesitamos vernos”, se repiten y repiten, amenazándonos con nunca cumplirse; las agendas, los compromisos que no se empatan. ¿Qué será de nosotros? Lo que deba ser, lo que podamos ser.
Estoy aquí sentado, a mi lado, en la pared de fotografías (también) ustedes…
 ¡los quiero!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Navidad y los universitarios cristianos

¿Por qué soy cristiano? De John Stott

Sobre testimonios, testirollos y tristemonios