Abdiel cruzó la frontera





Cuando Abdiel cruzó la frontera entre México y Estados Unidos por Tijuana, legal, consciente de lo que había hecho para lograrlo (tramitar el pasaporte Mexicano, pagar a un establecimiento para que llenaran el Formulario DS-160, pagar el importe por derecho de visa, agendar dos citas, la primera para toma de huellas y fotografía, la última en el Consulado para entrevista con un oficial consular)  vio otros mundos que chocaban en un mismo espacio para existir, compartiéndose para formar otros nuevos o destruyéndose entre sí. A consecuencias de eso no pudo dejar de sentir explosiones de preguntas en su cabeza asombrado por los lugares donde él caminaba y tan celosamente están prohibidos para otras y otros como él, nacidos en una tierra ajena, morenos, que dicen mamá, papá, amor y Dios en diferente lengua y no inspiran confianza para este imperio, que curiosamente una vez adentro se transforma para hacerte sentir en una especie de cielo. 

Abdiel sintió que el horizonte se recorrió muchos kilómetros hacia atrás o desapareció, de repente la “línea” o bordo cobraban otro sentido, se diluyeron al reconocer en mí algo tan sencillo y plástico: la visa. No fue algo en él lo que cambió, sino la idea de “él” en ellos.  De esa forma la frontera se abrió y pudo cruzar con el mínimo de sospecha. 

            El pobre de Abdiel experimentó grandes sensaciones de asombro y maravilla ante la cotidianidad de todos, incluso de quienes lo acompañaban, de repente todas eran otras, unas no conocidas. Ante la circunstancia y el problema descubierto Abdiel se tranquilizó al decirse asimismo “no cambiaron”, esta otra realidad es parte de ellas. Entonces se alegró por la oportunidad de conocerlas mejor y reconocerse asimismo diferente por estar en otra parte, aunque no muy lejos de su casa. 

            Le sucedió algo similar con el paisaje, reconoció muchas similitudes con el panorama cotidiano, sin embargo era al mismo tiempo tan diferente. Fue como si los problemas aunados a la orografía no existieran o la dicotomía entre estética y ciudad fuera una ficción superada. ¿Qué es real en estos escenarios prefabricados para recrear atmósferas ajenas?   
En algunos momentos Abdiel pensó que no visitó un país sino el mundo, escuchó hablar en muchos idiomas y vio micromundos en cada esquina. El lenguaje le resultó la verdadera barrera. Al final del día se cansó por vivir cruzando mundos que se entrelazaban en el mismo espacio, pero el verdadero cansancio fue por el esfuerzo de entender las mismas oraciones y conversaciones en otra lengua y hablar en un lenguaje  que de niño no aprendió. Aunque le costó trabajo lo intentó, y en un inglés mal pronunciado conversó su vida, sus gustos, preocupaciones y sueños con otras y otros que como él también vivían y en el fondo también se cansaron de entenderlo y hablarle en su mismo idioma para hacerlo parte del micro  mundo que formaron él,  una estadounidense anglo, rubia y de ojos de color, con una nacida ahí y criada allá de donde él viene y una más cuyos padres son del oriente. Tal vez sí los Estados Unidos provean una especie de alusión al Reino, dejándonos ver reunidos conviviendo y disfrutando de una mejor calidad de vida a personas de todo el mundo en un mismo espacio, probablemente ahí mismo está su mentira que cuelga para que los ingenuos lo tomen y coman, llegar a creer que eso es cierto. 

En definitiva, creo que Abdiel se sintió muy contento de vivir la experiencia y se dolió con dolores nuevos ante panoramas diferentes que expresan distinto la misma injusticia y sensación de dolor. Cuando por fin regresó a México lo único constante fue ella. Acá, en el México donde es uno más, lo esperaban las mismas alegrías y los mismos dolores, ahora sabía que los sentimientos también viajan, se importan y exportan.


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