NUESTRA FE, DANIEL SALINAS


Recuerdo que una de las razones principales por las que las clases de matemáticas en la escuela no me gustaban, o al menos me eran indiferentes, era porque nunca lograba relacionarlas con la vida cotidiana, mi vida. Sabía, o al menos había creído lo que los y las profesoras decían: “las matemáticas son básicas, indispensables y sumamente necesarias para vivir”. Sumar, restar, multiplicar, sacar porcentaje era tan importante a la hora de comprar como respirar a la hora de nadar. Ahora no dudo de su vitalidad, sin embargo pienso que, de haber tenido profesores dispuesto a enseñarnos a relacionar la teoría con la realidad, probablemente yo habría sido distinto. Probablemente sería ingeniero en lugar de historiador. En el último semestre de preparatoria por fin un profesor explicó la relevancia útil de la materia de cálculo, descubrió los números detrás de la vida y no se cansó de repetir que “aprender esto ayudaría a leer aquello, por lo tanto sabríamos cómo reaccionar”. Es decir, podríamos ver distinto lo común y podríamos responder.
                Con la fe parece que sucede algo similar, es difícil relacionarla con la vida, la hemos creído porque alguien la dijo, no la entendemos del todo porque no se toman el tiempo de enseñarla ni explicarla. Por lo tanto, al paso del tiempo,  comparando nuestra vida, motivaciones, sueños, anhelos, deseos y acciones con otros que no creen nada o creen algo distinto a nosotros, nos parece que no somos tan diferentes como habríamos pensado.  ¿Dónde está el problema? ¿Mi fe es incorrecta, no es útil para la sociedad actual, la estoy practicando mal, es mejor la del otro? Probablemente la respuesta está en que no nos han enseñado cómo esa fe debe influir, transformar, modificar y guiar la vida.

                Los domingos las iglesias se llenan de sermones, palabras, muchas palabras, aun cuando todas esas palabras fueron una exégesis bíblica prodigiosa se corre el riesgo de quedarse en palabras. ¿Qué sucede con eso el resto de la semana?

                Para los que nos decimos seguidores de Jesús de Nazaret, es decir, los cristianos, la base de la fe, que encontramos en la Biblia ha quedado plasmada en algunos temas no negociables que la caracterizan e identifican como evangélica. Una base de fe, un credo que todos los seguidores de Jesús han de “creer”. ¿Y la práctica cotidiana de esa base de fe? Esta pregunta es la que intenta responder el libro Nuestra fe de Daniel Salinas. En palabras del autor: “¿Cómo relacionarla [la base de fe] con la vida práctica del día a día? ¿Qué tiene que ver esta base de fe con mi vida como estudiante, hijo, padre, trabajador, etc.? ¿Cómo aplico este núcleo cristiano a mis relaciones, negocios y decisiones?”. A lo largo de este texto se nos presentan temas como Dios trino, Dios soberano, La palabra inspirada, ¡Resucitó!, ¡El Consolador! o ¡El Cuerpo de Cristo!, todos éstos tomados de la base de fe evangélica y los aborda en un lenguaje sencillo y para nada rebuscado, que lejos de pretender ser autoridad o un tratado de apologética, pretende generar preguntas y propuestas para que los cristianos podamos vivir a la luz de la fe en Jesús.

                Nuestra fe no es un tratado teológico para pastores o líderes de iglesia, es un libro pensado para todo el cuerpo de Cristo, es una introducción a estos temas que conforman nuestra fe, pero es ante todo una invitación a preguntarnos ¿Qué cambiaría de mi vida si dejo de creer esto? Estoy seguro que la lectura de este libro será un desafío para todos por la necesidad de respuesta personal-comunitaria que demanda el seguimiento de Jesús pero sobre todo porque nos edificará para seguir sobre la roca que es Cristo.

               

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