Reunidos por el Dios de la Palabra
Pedro acostumbara decir: "No tengo amigos", finales de 2005 o principios de 2006, al corto tiempo, cuando los tres sabiamos que "ya eramos amigos o que al menos sí queriamos serlo", Ale y yo volvimos a preguntarle y esa ocasión contestó que "Eramos sus amigos subsidiados por la Universidad", ya era un avance.
Alejandra, Pedro y yo nos conocimos cuando iniciamos la universidad, esa carrera de historia que si bien no nos a cumplido con todo lo que promete, sí fue una oportunidad dada por Dios -quiero creerlo ya que cosa tan buena no puede provenir sino de Él- para conocernos. Esto ocurrió tal vez por oblicación, ya que estabamos en el mismo salón de clases; por conveniencia, pues los tres hicimos un excelente equipo de trabajo; o por irlo deciendiendo, para darnos el beneficio de la duda y respetar así la elección de cada uno.
Al paso de los años y por seguir frecuentándonos creo que es por mucho más que eso y que pocas veces se puede articular, probablemente porque no haya palabras pero que desde los tiempos antiguos hasta los últimos sabios del Internet llaman "amistad". Con el tiempo apareció una persona más, una chica callada y misteriosa, Pahola, que entre que tomaba clases y no se dejaba conocer, de pronto coincide en no sé donde con Pedro, y con la misma sorpresa al tiempo se hacen novios. Ya eramos cuatro. Ellos dos, Ale y yo.
Desde la universidad Ale, Pedro y yo nos reunimos a leer el evangelio de Marcos, ya que Jesús se convirtió, por encima de la teoría, filosofía e historiografía, en nuestro punto en común. Avancemos lento pero nos preguntabamos y pensabamos, cómo ese hombre crucificado nos desafiaba a vivir.
Han pasado los años ya, por lo menos ya siete y nos seguimos reuniendo, es decir, dejamos que el Dios de la Palabra nos siga reuniendo, somos los mismos que hemos cambiado. Pedro y Pahola continuan juntos y tienen un hijo, se llama Herby, y es un gato; Ale y yo somos novios. Nuestros amigos están en la face terminal de su posgrado, Ale trabaja en COMPA como Asesora Regional y yo la mitad del tiempo profesor de secundaria y la otra en la asesorada con los compas. Los caminos se han ramificado, como las ramas esperanzadoras de fruto de un grueso tronco, o como los pámpanos de la vid, usando una analogía más ad hoc. Sin embargo seguimos dejando que el Dios de la Palabra nos reuna.
El tiempo nos recorre y provoca cambios, llenamos la mesa con nuevas experiencias, reconocemos, detrás de esos rostros ya adultos, las mismas líneas universitarias que nos encontramos en lo que intentamos llamar, llenos de utopía como "el círculo de Otay". Jesús es el mismo, sus pasos en medio del polvo de la tierra, sus enseñanzas del Reino, su amor por el Padre, su pasión y su resurrección. Ahora leyendo el evangelio de Lucas nos preguntamos qué significa seguir a Jesús, todavía, no podemos olvidarlo, ¿Cómo debe ser la vida que trabaja para construir el Reino?
Agradezco a Jesús por la oportunidad de pensar en comunidad con mi novia y amigos qué significa seguirle y cómo debemos responder a su invitación de andar a su lado.
Música, chistes, experiencias nuevas y frustrantes, descubrimientos en el archivo, cultura política, familia, sueños, la vida, sí, la vida misma que procuramos ser conscientes que vivimos para responsabilizarnos por ella, es la que compartimos, cada vez que Pedro, Pahola, Ale y yo dejamos que el Dios de la Palabra nos siga reuniendo.
Amén para que así siga siendo.
Gracias por el lindo recuento de la amistad, la gracia de Dios y sus desafíos. Así siga siendo...
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