Al desierto se asiste por invitación
El desierto es un sitio de soledad y silencio a
donde generalmente no se va por iniciativa propia sino por invitación de Dios.
Estamos rodead@s de personas, pendientes, agenda, etc. que pocas veces
permanecemos en silencio y soledad, incluso, podemos estar aturdidos o gritando
en Internet aun cuando en un cuarto no haya otra persona. Al desierto se asiste
por invitación y es difícil rechazarla, es cuestión de discernimiento para
entenderse dentro de él. ¿Qué haré ahora?
Henri Nouwen dice que en “la soledad puedo
desmontar mi andamiaje: nada de amigos con quienes charlar, nada de llamadas
telefónicas, nada de asistir a reuniones, nada de música ambiental, nada de
literatura evasiva, sino tan sólo yo desnudo, vulnerable, débil, pecador,
desposeído, roto, mi nada. Es precisamente esta nada lo que tengo que afrontar
en mi soledad, una nada tan terrible que todo en mí clama por amigos, mi
trabajo y mis distracciones, de modo que pueda olvidarla y convencerme de que
valgo algo. Pero esto no es todo. En cuanto decido quedarme en mi soledad, hay
ideas confusas, imágenes perturbadoras, fantasías incontrolables y asociaciones
absurdas que saltan en mi mente como monos en un banano. La cólera y la
avaricia comienzan a mostrar sus horribles semblantes. Hablo larga y
hostilmente a mis enemigos y tengo sueños lujuriosos en que aparezco rico,
influyente y muy atractivo –o pobre, feo y necesitado de consolación
inmediata-. Trato así otra vez de escapar del abismo tenebroso de mi vida y
recomponer mi yo falso con toda su vanagloria.”
Sufrí un accidente vehicular, alguien irrumpió en
nuestro carril y nos golpeó de frente, salí del automóvil sin complicaciones,
caminando, sin dolor. Todo fue confusión, nerviosismo y miedo. Posterior al
trauma del accidente y las diligencias legales mi cuerpo resintió lo
inevitable. Algo en mi cuello no estaba bien, no obstante no le di importancia
y, a pesar de asistir al médico, dentro de mí me decía que todo estaba bien y
podría continuar la vida como si nada al día siguiente. Me equivoqué. Dios nos
guardó de algo peor, sí, pero no de las consecuencias naturales que un impacto
de esa naturaleza afecta a nuestro cuerpo, mi cuerpo. Naturalmente los médicos recomendaron
reposo y descanso. Quedé “en la banca”, fuera de la jugada. Recluido en casa,
sin poder asistir, planear o supervisar. Pero ¿Por qué le tenía miedo a esto? ¿Por
qué algo dentro de mí me impulsaba a aminorar los daños y salir por la puerta a
enfrentar el mundo? Fue todo esto lo que desencadenó una serie de
preguntas cuyas respuestas no eran sencillas, por lo tanto, guiado por Espíritu
que penetra lo profundo de nuestros corazones, las respuestas fueron mostrando
aquello que no se quiere ver y mi necesidad de Jesús.
Imágenes corrompidas del liderazgo.
Desde hace tiempo he mostrado una actitud escéptica
al concepto de “líder” usando en las comunidades de fe, es un “cargo” que no
escuchaba en la iglesia cuando era niño, las palabras en ese entonces eran “párvulos”,
“intermedios”, “jóvenes”, “dorcas”, varones”, “diácono”, “pastor” y “obispo”.
Ahora las iglesias están llenas de líderes y cada vez más esa palabra define un
“puesto” que una actitud. ¿De repente nos surgió la necesidad de sobresalir? Se
habla de “liderazgo de servicio”, como el “primero en hacerlo”, el primero
aquí, el primero allá. Incluso, liderazgo no sé si viene del todo implícito con
“responsabilidad”, en síntesis, una división del trabajo, las obligaciones y
los beneficios. Pero no cometeré el mismo error que observo en algunas
comunidades: traer la jerga y terminología de la administración al cuerpo de
Cristo. En ese sentido buscando una palabra en el Nuevo Testamento que nos
ayude en este sentido leo que al referirse a los seguidores de Jesús, se usan
palabras como “iglesia” o “discípulos”, el término cristiano se emplea solo
tres veces en el Nuevo Testamento. John Stott explica esto de la siguiente
forma: “En cierta forma, uno desearía que la palabra “discípulo” hubiera
continuado en su uso a lo largo de los siglos, a un de que los cristianos
fueran conscientes de su condición de discípulos de Jesús y tomaran con
seriedad la responsabilidad de estar “bajo disciplina”.
Menciono esto porque pienso que la iglesia y la
subcultura evangélica han producido discursos, tradicionales o innovadores, no
enraizados en el evangelio. Se reproducen imágenes donde los discípulos son
líderes y éstos son definidos con base a una lista de cotejo donde se indican
sus características y funciones. Aquellos que amamos a Jesús y deseamos
seguirle con toda nuestra vida habremos de anhelar ser discípulos en lugar de
líderes. Ya tenemos un maestro, un Carpintero de Nazaret.
El discípulo
de Jesús no puede hacer todo ni sabe hacerlo todo. Filipenses 4:13 no es
una palabra mágica ni garantía de Dios para esto, léase en su contexto.
El
discípulo de Jesús no puede ir sólo. El evangelio no es para llaneros
solitarios, es un llamado en comunidad por el Dios comunidad para hacernos un
pueblo y anunciar juntos el evangelio al mundo.
El
discípulo de Jesús no puede estar bien siempre, y no debe sentir la necesidad
de estarlo. Detrás de esto se puede esconder una mentira diabólica de
autosuficiencia con la que no se puede pretender seguir a Jesús. Además, el
discípulo de Jesús no está ajeno al mundo, está
en el mundo y es enviado al mundo por
Jesús, pero no es del mundo. Sin embargo
a veces experimentamos el dolor e injusticias de un mundo caído y en franca
oposición a Dios.
El discípulo
no siempre tiene que hacer para los
demás, de hecho no necesita hacer, en Marcos 3:13 Jesús llama a sus
discípulos para estar con él, y después de esto son enviados, el llamado por
lo tanto es para estar con Jesús como
prioridad y no para hacer. La iglesia es el cuerpo de Cristo donde todos somos
ministrados unos a otros, pastoreamos y somos pastoreados, velamos por los
demás porque también alguien vela por nosotros. Una hermoso cuadro de la
primera comunidad lo presenta Lucas en Hechos 2: 43 “Todos los
que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común;
45 vendían todas sus
propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de
cada uno. 46 Día
tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los
hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
47 alabando a Dios y
hallando favor con todo el pueblo.”
Mis preguntas desde “la banca” no eran porque
estaba intranquilo con el Señor o su Palabra, sino con mis propios prejuicios,
la imagen corrompida del discipulado cristiano. Ese estar fuera no era una
reacción piadosa sino los berrinches de mi pecado de autosuficiencia. ¿Pero por
qué Dios la permite? Es una muestra de su amoroso cuidado. En el desierto,
diría Nouwen nos salta nuestra propia humanidad, “Entramos en la soledad
primeramente para estar con nuestro Señor, y sólo con Él. Nuestra primera tarea
en la soledad es, entonces, no prestar atención excesiva a los muchos rostros
que nos asedian, sino mantener los ojos de nuestra mente y corazón en el que es nuestro divino
Salvador.”
Estamos tan llenos de fragilidad como de
eternidad.
Puedo soportarlo todo, estoy bien, debo estar
bien. El accidente me mostró que definitivamente estaba equivocado, soy más
frágil de lo que yo mismo imaginé. ¿Por qué Dios no nos creó con una coraza
para proteger nuestro pecho o la cabeza? Creo que el plan original no incluía
la violencia. Aquí hay algo que el Señor habla a mi vida: No eres invencible, no eres el paladín del Reino, es Jesús, yo soy vaso
de barro, frágil, polvo. La lesión me incapacitó algunos días, me impide
desarrollarme con independencia en mis actividades cotidianas familiares,
laborales, ministeriales, etc. incluso me detiene a andar a una velocidad
lenta, portando un collarín mostrando a todos mi necesidad de este instrumento
en mi cuello para evitar provocarme un daño más severo. Mi independencia fue
destrozada en un instante y no supe cómo. Estos días dependo de otr@s, no a
partir de mi lesión, sino que ésta me hace consciente de cuánto lo he sido en
mi andar diario a pesar de mi autoengaño de ser plenamente independiente. “Baja
las escaleras con cuidado, no subas demasiado rápido, no puedes hacer esto,
despacio Abdiel, despacio”. John Stott al hablar de dependencia explica muy
bien que la imagen del discípulo de Jesús pocas veces tiene la connotación de
dependiente, las iglesias refuerzan la idea de un líder fuerte, autónomo,
dispuesto a guiar, cargar y andar siempre por sí mismo. Es una mentira diría
Stott, “La negativa a depender de otros no es una marca de madurez sino de
inmadurez… Todos hemos sido diseñados para ser una carga para otros”. El
ejemplo de dependencia máximo es Jesús, que viene al mundo y nace, ¡el bebé que
llora en los brazos de esa jovencita es el Creador del mundo!
Pastorear y ser pastoreado
De repente me encontré rodeado de personas que me
aman, personas amadas por mí pero ahora ellos viniendo a verme, preguntando
sobre mi estado, ofreciendo su ayuda, oraciones. Pertenezco a una comunidad,
estoy inserto en una comunidad de fe que se preocupa por mí. Su amor me
desarma, me hace llorar. Tiempo para abrazar, hay momentos de ofrecer apoyo y
sostén a otros, una oración, un abrazo, pero ahora era tiempo de recibir, de
dejarse abrazar, amar, cuidar. Hay que aprender a recibir amor. Dejarse abrazar
y cuidar.
Dios no desperdicia nada, usa todo para sus
planes, no sé bien cómo ni creo que deba saberlo. Agradezco al Espíritu Santo
por mostrar a Jesús en la Palabra, a la comunidad que me ama, pregunta,
sostiene. Este tiempo me invita a trabajar mi dependencia de Dios, a
arrepentirme de mi pecado de autosuficiencia, a reconocer mi fragilidad y
alabar a Dios por el cuidado que tiene de nosotros.
El devocional en la mañana del día del accidente
fue en el Salmo 61, y ésta mi oración:
Dios que escuchas, escúchanos y por tu Espíritu haznos orar lo que
necesitamos orar, como estos salmos. Gracias porque eres refugio. Me acerco confiado
en que debo orar más y preocuparme menos. Síguenos guardando en ti, cuida a
Ale, te pido por los estudiantes de Compa Tijuana y por los nuevos, por la siguiente
semana y por dirección. Gracias porque Tú nos sostienes en tiempo de desesperación.
Amen.
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