"La adoración no es algo que se experimenta sino que es algo que hacemos..."



Aunque provengo de una familia cristiana con trasfondo pentecostés, no soy el ejemplo más adecuado para un cristiano efusivo en las reuniones. Disculpen ministros de alabanza si no grito, levanto mis manos, salto o danzo cuando me lo piden desde la plataforma, muchas veces no “siento” necesidad de hacerlo y muchas otras, la gran mayoría, aunque dicen que es la forma de adorar, les desobedezco conscientemente y sin remordimiento. Perdón por no seguirles la corriente. Sin embargo, procuro reconocer que tengo un cuerpo y que adoro con él, extendiendo mi mano, inclinar la cabeza, eso lo aprendí en los libros de maestros como Henri Nouwen y Michel de Certeau. En fin. 

El problema no es seguir la corriente, sino que los otros suponen que al no hacerlo no participo en la adoración, que al no gritar, saltar o llorar no adoro, o por lo menos no fervientemente. Sí experimento sentimientos al compartir con todos estos momentos de música pero pienso que son, la mayoría de las veces, mi reacción al escenario montado de la música y forma parte más de una reacción comunitaria que tal vez la Psicología o Mercadotecnia podrían explicar mejor. 
Hace unos meses me regalaron el libro El camino de Jesús. Una conversación sobre las diversas maneras en que Jesús es el camino de Eugene H. Peterson, Editorial Patmos, si ustedes pueden conseguirlo es una lectura bastante enriquecedora y desafiante en la vida cristiana. Mientras leía llegué a una parte sumamente interesante que trata sobre el punto descrito en los primeros párrafos.  
El propósito del autor es “una conversación sobre la espiritualidad propia de las como Jesús es el Camino". Es decir, Jesús como el modelo de nuestros medios para alcanzar la meta. Esto lo explica con un contraste entre el Jesús como la verdad y Jesús como el camino, citano a Juan 14:6, en su opinión, la idea JESÚS LA VERDAD es mucho más fácil de aceptar y seguir, pero no precisamente la más certera. La idea es simple, JESÚS LA VERDAD lo hemos convertido en un concepto abstracto, despersonalizado y del cual podemos desligarnos, dominar y manipular; en cambio JESÚS EL CAMINO es vivir como Jesús en nuestra cotidianidad, es personal y relacional. La metáfora camino apunta a cómo seguimos a Jesús, nos atrapa y obliga a responder con nuestra propia vida. JESÚS EL CAMINO es replantear los medios para alcanzar el fin, si el fin es el REINO DE DIOS, los medios son JESÚS, es decir, el REINO se alcanza siendo como Jesús, siguiéndole, por lo tanto, el libro es un cuestionar nuestras formas, métodos y técnicas para reconocer si éstas se parecen a lo que Jesús es o si simplemente estamos siguiendo otro camino.
Salvo que en otra ocasión escriba algo más sobre el libro, por el momento me gustaría compartir aquí ideas tomadas del capítulo 5: “Elías: “Ecóndete en el arroyo de Querit”, específicamente del subtema dedicado a Baal, espero al final poder aclarar por qué elegí esta porción.
En este apartado de su libro, Peterson se concentra en el pasaje del Monte Carmelo (Crónicas 18), en el encuentro entre Elías y los 450 profetas de Baal, cuando se preparan dos altares para reconocer quién es el Dios verdadero mediante la respuesta de Jehová o Baal por fuego que consuma los sacrificios. A continuación señala la forma de adorar de los profetas de Baal, quienes inflaman y exacerban sus sentimientos danzando, gritando y sangrándose: “la trascendencia de la deidad se reduce al éxtasis de las emociones manipuladas”, en ese tipo de culto se exhibe la participación de los sentimientos. Se hace un show sensacional para atraer al pueblo que observa e incorporarlos al teatro para responder de forma masiva a este culto manipulado. Pero este tipo de llamado no tiene éxito, Baal no responde. 

En cambio, el profeta de Dios, Elías, se ve austero ante la pompa de la competencia. A diferencia del otro equipo, él no danza, grita ni se lastima, él ora de forma tranquila y breve, mostrando así la diferencias abismales que nos ponen los pelos de punta: “en el culto a Jehová algo se dice: son palabras que llaman a hombres y mujeres a servir, amar, obedecer, cantar, adorar, actuar con responsabilidad, decidir. El culto auténtico implica el estar presentes al Dios vivo que penetra toda la vida humana. La proclamación de la palabra de Dios y nuestra respuesta al Espíritu de Dios toca todo lo que está involucrado en el ser humano… la participación de los sentidos no queda excluida… se expresa en la solidaridad comunitaria… en la liturgia… el silencio solemne”. En conclusión: “Por más rica y variada que sea la vida sensorial, siempre está definida y ordenada por la palabra de Dios. Nada se hace simplemente para el bien de la experiencia sensorial involucrada. Esto elimina toda manipulación propagandista y emocional”.
Después el autor relaciona esto con su contexto norteamericano que nosotros tanto copiamos, al menos en la comunidad donde asisto. La “experiencia de adoración” no es necesariamente “adoremos a Dios”, el autor explica la diferencia “la experiencia” tiene sentido para una persona a diferencia de la “adoración”, que tiene sentido para Dios. Es decir, en el culto no busco satisfacer mis necesidades emocionales, descargar mis energías. “En la experiencia de adoración la persona ve algo que la entusiasta y la comienza a rodear con envolturas espirituales”. Se conectan sus emociones con lo supremo, esto significa, que la adoración parte de mí y termina en un marco religioso.

“El pueblo de Dios con formación bíblica no usa el término “adoración” como la descripción de una experiencia” El uso bíblico para ese término se refiere a “la respuesta a la palabra de Dios en el contexto de la comunidad del pueblo de Dios”. En términos bíblicos, “la adoración no es algo que se experimenta sino que es algo que hacemos, sin tener en cuenta cómo nos sentimos al respecto o si siquiera sentimos algo. La experiencia se desarrolla a partir de la adoración y no al revés”. Remata esta idea la conclusión: “En el único lugar del mundo bíblico donde sabemos que se alienta la “experiencia de adoración” es en el culto a Baal… la adoración a Jehová está definida por la palabra clara y fidedigna de Dios. Nada depende de los sentimientos o el estado del tiempo”.

“El camino de los profetas como Elías es purgar nuestra imaginación de las presunciones de este mundo sobre cómo vivir la vida o qué es lo que cuenta.” Ayudarnos a reconocer las mentiras que hemos asumido y regresarnos al camino, al sendero simple de fe y obediencia  y culto de Dios. En Elías encontramos la capacidad de “discernir los caminos del mundo y Jesús, manteniéndonos firmes en la presencia de Dios”.
Me preocupa que muchos de los llamados cultos de adoración son 90% música, cantos bien ensayados entretejidos con momentos de oración ¡Pero que se desprenden de la letra de las canciones! ¿No les ha tocado estar en el servicio dominical y que de repente están orando la letra de una canción? ¡Ese es el detalle! La manipulación de las emociones es una tentación diabólica; la música de piano de fondo para el llamamiento, la preparación de treinta minutos (o más) de música para el momento de la Palabra. Grandes recursos y tiempo para equipos de alabanza y pobres o mediocres exposiciones bíblicas como predicación. No estoy en contra de los tiempos de alabanzas en la liturgia, no, pero sí en convertirlos en la prioridad.
El que tiene dones para la música, ¡úselos! Pero sométalos a la Palabra; los que disfrutamos de la música, hagámoslo pero no la convertíamos en mediadora entre Dios y los hombres. La adoración tiene que ver todo con Dios y no en cómo nos debemos sentir. Pensemos el próximo domingo cuál es la actitud de nuestro corazón para asistir, vamos para sentirnos bien disfrutando de un momento de éxtasis comunitario o para responder juntos a la Palabra de Dios que escuchamos. En conclusión, no usemos el culto para servirnos a nosotros mismos sino para responder juntos al Dios que nos sigue hablando. 


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