Una semana de trabajo o como cuidar las prioridades


“Que nuestro cansancio descanse a otros”. Desde hace años escuché esa frase en el contexto del ministerio estudiantil, primero de Ana Miriam, mujer incansable en el seguimiento de Jesús, y posteriormente a David Bahena, hombre de convicción y alegría por el evangelio. En ambos no falta el reconocimiento de que el Señor demanda la vida entera a sus discípulos ni que la obra sea sencilla sino algunas veces todo lo contrario; pero tampoco olvidan las verdades dichas por Dios, que Él siempre estará con nosotros en el caminar y que la obra de redención es su plan y por lo tanto Él lo lleva a cabo.
Pintura de Juan Pedro López 

Al final de esta semana recordé la frase precisamente porque estaba cansado y desgastado. El trabajo de profesor de secundaria y asesor en COMPA indudablemente consume energía, tiempo, recursos, la vida. Esto no es un gran descubrimiento, pero la naturaleza de esta labor, que al final siempre es una y la misma, siempre escapa a los instrumentos de medición. Se parece más al trabajo de un campesino, discernir el tiempo oportuno para trabajar la tierra, conseguir las herramientas para hacerlo mejor y encontrar la semilla correcta para sembrar, depositarla con fe en Dios quien da el crecimiento. Solo Dios da el crecimiento y el fruto. A nosotros nos toca orar y orar para que así sea, orar confiados que Dios es al final del día quien trabaja en la vida de las personas y su Espíritu obra de formas diversas para mostrar el amor divino para con ellas, rescatar de las profundidades más oscuras, sanar las heridas más antiguas, restaurar las relaciones más dañadas y dar vida.
Esta semana llena de conversaciones con personas y proyectos me recuerda, como susurro del Espíritu, mi necesidad de sostener las prioridades: mi tiempo devocional con Dios, la oración y la lectura/estudio de la Biblia. Siempre falta tiempo, un estudiante más para llamar, un correo que responder, una cita que agendar, un taller que preparar, una célula que visitar. Pero creo que conforme pasa el tiempo voy pensando que las necesidades no deben organizar mi agenda, sino las prioridades. En este momento de vida son el tiempo con Dios, mi relación con Ale, mi mejor amiga, compañera, novia y la mujer con quien estoy comprometido para pasar el resto de la vida que este Dios que nos llamó a seguirle nos quiera dar; la familia y el ministerio en esta ciudad.  
Desde hace meses Ale y yo compartimos nuestro tiempo devocional leyendo, meditando y orando un mismo libro del Antiguo Testamento, escribimos nuestras oraciones a partir del texto y las compartimos para animarnos mutuamente. Mis tiempos devocionales jamás habían tenido tanta disciplina como ahora. Aunque no basta ese tiempo para todo el día, pero es un buen inicio, siempre en algún otro momento hay ocasión para rumear, preguntar y agradecer al Señor, reconociendo su compañía en todo tiempo.

Ayer, mientras leía Una obediencia larga en la misma dirección de Eugene H. Peterson, en el capítulo dedicado al “Trabajo” no pude que quedar agradecido con Dios por la afirmación de su llamado a la obra estudiantil hoy, aquí,  en esta ciudad y con estas personas. Su libro son meditaciones prácticas de los salmos 120 al 134 (llamados Cantos de los Peregrinos por considerar que éstos eran cantados por los peregrinos en su viaje a Jerusalén para las fiestas). En el capítulo 9 sobre el Trabajo y dedicado al Salmo 127 dice: “Una de las tareas del discipulado cristiano es volver a aprender <<las obras que hacías al principio>> (Apocalipsis 2.5) y negarse rotundamente a <<obrar como el diablo>>”. Nos comenta que este salmo es una advertencia ante lo que él llama Babel,  el trabajo presumido y la pasividad absoluta denominada Buda. En medio de estas dos posiciones extremas está, según él, el trabajo cristiano, donde nuestro esfuerzo se encuentra en la periferia y la obra de Dios está en el centro.
Al unirnos a Jesús y al salmo aprendemos una clase de trabajo que no adquiere cosas ni amasa fortunas sino que responde a Dios y desarrolla relaciones. La gente está en el centro mismo del trabajo cristiano. En nuestro peregrinaje, no conducimos carros pesados y cargados de equipaje a través de interminables praderas. Viajamos con poco equipaje. El carácter de nuestro trabajo no tienen nada que ver con nuestros logros y bienes, sino que se configura en el nacimiento de las relaciones: <<Los hijos que tenemos son un regalo de Dios>>. Invertimos nuestra energía en gente. Las personas que nos rodean se convierten en nuestros hijos e hijas, hermanas y hermanos, tal como ocurrió entre el Señor y nosotros: <<Quien tiene muchos hijos, bien puede decir que Dios lo ha bendecido>>.
Porque realmente tiene muy poca importancia cuánto dinero llevan los cristianos en su cartera o en su bolsa. Tiene muy poca importancia cómo valora y recompensa la cultura nuestro trabajo… si Dios no. Porque nuestro trabajo no crea vida ni rectitud. Las costumbres recompensan y admiran, son percibidos por el salmista como una señal de fe  débil y enérgico orgullo, como si no pudiéramos confiar en que Dios cumplirá su voluntad; como si fuera posible reorganizar el universo por medio de nuestro propio esfuerzo.
Lo que sí tiene importancia son las relaciones personales que creamos y desarrollamos. Aprendemos un nombre; comenzamos una amista; respondemos a una sonrisa -o quizá a una mueca. La naturaleza derrocha sus semillas, desparramándolas por doquier; unas pocas brotan. De todos los apretones de manos y saludos, algunos germinan y se convierten en una amistad en Cristo […] A medida que los cristianos realizan las labores y tareas que les son asignadas en lo que el mundo llama trabajo, aprendemos a prestar atención y practicar aquello que Dios está haciendo con amor y justicia, ayudando y sanando, liberando y alentando.


El trabajo desde esta perspectiva demanda obediencia al Señor y una vida devocional para sortear las trampas de Babel y la fatalidad de Buda. Me doy cuenta que mi tentación de dejar de orar siempre es cuando las cosas marchan bien y vuelvo a reconocer eso cuando las cosas ya van mal. Esto es síntoma de mi propia necesidad de Jesús para responderle con una perspectiva correcta, donde mis esfuerzos no son la causa del bienestar del proyecto, sino su obra en el centro de todo el acontecer. Yo no pienso que ya lo he logrado, pero comparto con gozo y gratitud esta semana donde pude ver en diversas personas la obra de Dios en medio del gozo, el sufrimiento, las crisis, alegría y esperanza, en su vida y en la mía. El Señor nos siga ayudando para que nuestro cansancio descanse a otros. 

Comentarios

  1. Me gustó mucha la entrada, anima y ayuda a ver la bendición del trabajo. Gracias!

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