Deuteronomio: un contrato sin letras pequeñas

No recuerdo cuando fue la primera ocasión que escuché decir que el libro de Deuteronomio (Génesis, Éxodo, Levítico, Números)  significa  “repeticiones”. Paralelo a este comentarios también crecí en el entendido de que fue el libro citado por Jesús para responder a las tentaciones del diablo en el desierto durante su ayuno, y dicho sea de paso, también fue el libro citado por el mismo tentador. Hasta aquí tengo tres anclas de mi experiencia con el libro, por supuesto estas de ninguna manera se deben generalizar para nadie. Sin embargo, al paso del tiempo, su lectura me resultó sumamente desafiante, como debió ser en su momento para el pueblo que lo escuchaba.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que la estructura de este libro es muy similar a la de un tratado entre pueblo que regulan relaciones diplomáticas, a esta conclusión llegan a partir de los tratados hititas que se conservan a la fecha. La estructura de estos tratados es la siguiente:

Preámbulo (1:1-5)
Prólogo histórico (1:6-4:49)
Estipulaciones
Dios mandamientos (5:1-11:32) y leyes adicionales (12:1-26:19)
Sanciones del pacto (27:1-30:20)

Al inicio de Deuteronomio encontramos al pueblo de Israel  (de hecho es la niñez  que salió de Egipto, porque todos los mayores de veinte años murieron en el desierto por desobedecer a Dios) al este del Jordán, las tribus de Gad, Rubén y media tribu de Manasés ya han tomado posesión de la tierra y están a punto de cruzar el río Jordán en obediencia a Dios (uso “obediencia a Dios” en lugar de  “para conquistar la tierra” por razones que más adelante explicaré). Podemos sentir la emoción del cumplimiento de la promesa; el desierto quedó detrás.

Preámbulo
Los primeros capítulos 1 al 4, cumple la función de sintetizar la historia de Israel del Éxodo hasta ese momento, el discurso de Moisés no tiene la función de infundir valor en el ejército o elevar los sentimientos de pertenencia a un pueblo, ni mucho menos para destacar las cualidades del mismo. No es el discurso de César frente a sus legiones en la Galia infundiendo aliento previo a las batallas. Todo lo contrario. Es un estado de la cuestión, una invitación a meditar consciente de la presencia de un Dios Santo, Misericordioso y Justo en medio de ellos. El recuento doble incluye: por un lado, de la terquedad, la desobediencia y dureza de corazón del pueblo; mientras que por otro, le recuerda la fidelidad de Dios, su misericordia, presencia, amor, justicia y juicio. Ante estas palabras no puedo dejar de pensar que el pueblo estaba siendo enfrentado a sus experiencias pasadas (mayormente decepcionantes) para asumir conscientemente un nuevo periodo baja la dirección del mismo Dios.

Termina esta sección con exhortaciones a la obediencia:

Ahora pues, israelitas, escuchen las leyes y decretos que les he enseñado, y pónganlos en práctica, para que vivan y ocupen el país que el Señor y Dios de sus antepasados les va a dar.

Estas leyes recibidas eran singulares, reflejaban el carácter mismo de su Dios, no eran leyes como la de los pueblos vecinos (ni totalmente ahistóricas, porque están insertas en el contexto cultural, social, político de su tiempo pero sí particularmente distintas). ¿Por qué habrían de obedecerlas? Tal vez esta es la pregunta que responde  todo el libro, esto es porque Dios, Señor del universo, les ha elegido entre los pueblos de la tierra para revelarse y de esa forma ellos convertirse en un pueblo de bendición para toda la tierra. De toda esta respuesta el centro que sostiene todo es Dios, el Dios de quien Israel es siervo. Pero este Señor del pueblo no es opresor, sino enteramente justo, fiel y que se identifica con los excluidos como la viuda, el huérfano y el extranjero; es un Dios relacional que acompaña al pueblo en sus jornadas y les ha hablado, su testimonio está escrito. Moisés se los hace saber:

Busquen en los tiempos anteriores a ustedes, y desde los tiempos antiguos, cuando Dios creó al hombre en el mundo; vayan por toda la tierra y pregunten si alguna vez ha sucedido o se ha sabido de algo tan grande como esto. 33 ¿Existe algún pueblo que haya oído, como ustedes, la voz de Dios hablándole de en medio del fuego, y que no haya perdido la vida? 34 ¿Ha habido algún dios que haya escogido a un pueblo de entre los demás pueblos, con tantas pruebas, señales, milagros y guerras, desplegando tan gran poder y llevando a cabo tales hechos aterradores, como los que realizó ante ustedes y por ustedes el Señor su Dios en Egipto? 35 Esto les ha sido mostrado para que sepan que el Señor es el verdadero Dios, y que fuera de él no hay otro. 36 Él les habló desde el cielo para corregirlos, y en la tierra les mostró su gran fuego, y oyeron sus palabras de en medio del fuego. 37 Él amó a los antepasados de ustedes y escogió a sus descendientes, liberándolos de Egipto por medio de su gran poder. 38 Arrojó de la presencia de ustedes a naciones más numerosas y poderosas que ustedes, con el fin de que ustedes ocuparan sus países y los recibieran en propiedad, como ahora está sucediendo.

Estipulaciones


Moisés está preocupado por el pueblo, tiene razones para estarlo, el pueblo liberado por Dios no puede permanecer en obediencia a su libertador. El libro de Deuteronomio está impregnado de llamados a recordar las acciones de Dios a su favor en su historia. Al hacer memoria, el pueblo no atesora información, sino recuerda quién es Dios. De tal forma que, después de los llamados a recordar, son interpelados con un “Por lo tanto”, a partir de este punto comienzan las leyes que el pueblo recibe y que se les pide atesorar, meditar, cumplir y enseñar a las generaciones futuras. La observaciones es importante: El pueblo habrá de entender que las leyes y mandamientos vienen en el contexto de quién es Dios y lo que él ha hecho a su favor, es decir, en otras palabras que a los cristianos nos gusta mucho decir: solo en el recordatoria de la gracia divina se le pide guardar los mandamientos. Jesús dijo algo similar (hasta aquí no  había hecho referencias al Nuevo Testamento en los post anteriores, pero pienso que aquí es buen momento) cuando mencionó que a sus discípulos “Si mi aman, guardarán mis mandamientos”.  
La Ley de Israel no es difícil de cumplir, en algún punto de sus discursos Moisés les dice precisamente esto
Este mandamiento que hoy te ordeno cumplir no es demasiado difícil para ti, ni se halla lejos. 12 No está en el cielo, como para que digas: “¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá, para que lo escuchemos y lo cumplamos?” 13 Tampoco está al otro lado del mar, como para que digas: “¿Quién cruzará el mar por nosotros, y nos lo traerá, para que lo escuchemos y lo cumplamos?” 14 A decir verdad, la palabra está muy cerca de ti: está en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.
Se convierte en una carga cuando se le entiende fuera del pacto de Dios con el pueblo. Pero dentro del pacto tiene sentido, expresa el amor y cuidado de Dios por su pueblo. Por lo tanto, no debemos extrañarnos cuando Moisés pide al pueblo amar a su Dios amoroso.
Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
 ¿Cómo expresaría el pueblo el amor a Dios? Moisés les dice: guardando los mandamientos o andar en sus caminos.
El amor de Dios no solo se expresa en los hechos pasados, sino en las obras futuras que Dios ya hizo, Moisés les recuerda que:
·         Dios no los eligió porque eran mejores entre los pueblos, porque eran insignificantes.
·         Dios no los liberó de Egipto por méritos sino para cumplir su pacto a Abraham, Isaac y Jacob.
·         Dios les da la tierra por posesión porque es suya.


La conquista de Canaán es la conquista de Dios, un Dios que trae juicio a esos pueblos que se habían corrompido en tal manera que Dios trae su juicio. Deuteronomio menciona constantemente como la cumbre de su corrupción el sacrificio de niños en fuego a Baal. Por lo tanto (tema delicado) las guerras que se registrarán en Josué y Jueces es una guerra santa, porque es Dios quién expulsa a esas naciones utilizando a Israel. Lo interesante es que el pueblo de Dios no queda exento de ese mismo  juicio si comete los mismos pecados. En el lenguaje bélico del Antiguo Testamento los autores nos dejan claro que las victorias son de Dios, el entregó, el subió, el peleó, etcétera. Se le prohíbe al pueblo jactarse de su fuerza en este sentido.
Después de recordar quién es Dios, la obras hechas por amor a su favor y declarada la su ley a un pueblo que debe vivir reflejando el carácter de su Dios como testimonio para los demás pueblos, vienen las advertencias. Dios no se anda por las ramas ni tiene favoritos. Si Israel no ama a Dios, obedeciendo y guardando sus mandamientos, si se hace imágenes o adopta prácticas de paganas en el culto, ese mismo Dios libertador y lleno de amor, comprometido con por su pacto con Abraham, es también el Santo y Justo que traerá juicio a su pueblo si se aparta de Él.  
 Sanciones del pacto
En este tratado no hay letras chiquitas al final de la página, todo está claro, si Israel desobedece será acreedor al juicio divino y expulsado de la tierra (como llegará a sucederles generaciones posteriores). Esto es muy cruel, podemos decir. Pero Dios es Dios. El juicio de Dios es para que el pueblo reflexione y reconozca su pecado con el propósito de arrepentirse y volverse a su Dios. En ese punto, Dios promete quitar su juicio y bendecir a su pueblo. Es como si una madre espera el momento oportuno para correr por su hijo y tomarlo en sus brazos. O el padre, en la parábola de Jesús, que corre al encuentro del hijo menor que regresa a casa para recibirle.

Cuando les sobrevenga a ustedes todo lo que les he anunciado, la bendición y la maldición que les he dado a elegir, y reflexionen sobre ellas en las naciones donde el Señor su Dios los arroje, si se vuelven al Señor y lo obedecen de todo corazón y con toda su alma, ustedes y los hijos de ustedes, como yo se lo ordeno ahora, entonces el Señor su Dios cambiará la suerte de ustedes y les tendrá compasión. Los reunirá otra vez de entre los países donde antes los arrojó, y aunque los desterrados de ustedes estén esparcidos por los lugares más lejanos del mundo, de allá los hará venir el Señor su Dios, y hasta allá irá a buscarlos. El Señor los hará volver de nuevo al país que los antepasados de ustedes ocuparon, y ustedes volverán a ocuparlo; los hará prosperar y les dará más hijos que a sus antepasados. Pondrá la marca de la alianza en el corazón de ustedes y en el de sus descendientes, para que lo amen con todo su corazón y con toda su alma, a fin de que tengan vida. El Señor su Dios hará caer todas estas maldiciones sobre los enemigos de ustedes y sobre los que los persiguieron con odio, y ustedes se volverán al Señor y lo obedecerán, y pondrán en práctica todos los mandamientos que yo les ordeno hoy. Entonces el Señor les hará prosperar en todo lo que hagan, y en hijos, en crías de ganado y en cosechas; sí, el Señor su Dios volverá a complacerse en hacerles bien, como antes se complacía en hacerlo a los antepasados de ustedes, 10 si es que obedecen al Señor su Dios y cumplen sus mandamientos y leyes escritos en este libro de la ley, y se vuelven a él con todo su corazón y con toda su alma.
Al final de su discurso, Moisés les al pueblo la oportunidad de elegir la vida que ofrece su Dios o las consecuencias de la desobediencia, esta posibilidad de elegir es gracias a que primero fueron hechos libres.

Miren, hoy les doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro. 16 Si obedecen lo que hoy les ordeno, y aman al Señor su Dios, y siguen sus caminos, y cumplen sus mandamientos, leyes y decretos, vivirán y tendrán muchos hijos, y el Señor su Dios los bendecirá en el país que van a ocupar.

Deuteronomio deja al lector interesado en la respuesta del libro, cómo responderá Israel. A nosotros, los lectores posteriores nos sigue desafiando a obedecer los mandamientos del Señor, resumidos en Jesús: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo. La libertad del pecado que tenemos en Cristo nos liberta para amar y no nos exenta del juicio de Dios en nuestras desobediencias. La Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, conformado de todas las naciones del mundo es llamada a vivir, como fue Israel, reflejando  las bondades del Señor en el mundo. Sal y luz.
Que nuestras vidas y comunidades cristianas sean distintivo del carácter y amor de Dios. Que el Señor nos perdone cuando así no sea. Hoy como Moisés, la Palabra nos desafía e elegir entre la vida y la muerte. Que contradicción (una completa locura), el Señor del universo se identifica con los oprimidos y pide de su pueblo compasión. El Señor siempre resiste nuestro orgullo, el mío, el tuyo, el nuestro. ¿Cómo vivir como pueblo de Dios reflejando su amor y resistiendo las estructuras de pecado que deshumanizan en un mundo bajo la lógica del poder del más fuerte y la supervivencia? Como pueblo de Dios, que obedeciendo sus mandamientos.  


De Marcos Vidal, "Buscadme y vivireis" 



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