¿Cómo se puede pensar en futuro cuando pareciera que la vida es una sucesión de incertidumbres frívolas e impersonales empeñadas en acabar con la esperanza?
No tengo aún treinta años pero
como cualquiera soy hijo de mi tiempo. Tenía ocho años cuando un balazo se
incrustó en la cabeza de un candidato y todos sintieron como si también a ellos
les hubieran matado. Admito, aunque viví
ese año y en la misma ciudad, mi papá interpretaba para mí los noticieros, sin
embargo, en aquel entonces no me
interesaban o no las entendía. Por aquellos años yo contaba en miles y millones
durante los recreos y no entendí por qué aparecieron los “nuevos pesos”, como
si la reducción del tamaño de las monedas explicara los cambios macroeconómicos
del país. Mucho menos recuerdo una explicación lógica, como muchos adultos en
ese momento probablemente la esperaban. Mi ignorancia me hacía pensar que cada
Presidente acuñaba monedas con su propio estilo, ya que también cambiaban las paredes
de “So-lo-da-ri-dad” por las de “Zedillo” (como zorrillo) o las placas de los
carros. Yo no sé por qué salieron a las calles con pasamontañas ni dónde queda
Chiapas, pero yo también escuché aburridas noticias de todos ellos. Supe de la
migración, como probablemente todos, de familia. Aprendí que un “coyote” no es
un animal y llegar al “otro lado” para algunos es ilegal.
En medio de todo crecí con
esperanza, sin embargo a veces me pregunto: ¿quién eligió los bloques de las
experiencias de las cuales estamos hechos? La corriente empuja a la
resignación, el pesimismo o cinismo, pero años después, ahora que escribo,
frustrado y dolido por las situaciones lamentables del país mantener esa misma
esperanza que de niño es más difícil. ¿Habría sido más fácil saber y pensar
menos? ¿Por qué crecí con esperanza? Ya
los cambios violentos de la vida a nivel nacional, regional o familiar se
imponen para ubicar la fantasía de un lado y la realidad del otro. Así inicia un
acto de separación que va fragmentando la vida hasta dejarnos des-arraigados,
des-esperanzados y des-almados. Al final el resultado es el mismo, se pierde la
humanidad.
Pero ¿por qué a pesar de todo no
puedo resignarme a aceptarlo? No he caído en optimismo sobreactuado. Intento conciliar
la realidad con su complejidad: todo aquello que observo y todo lo que creo,
como las dos caras de la misma moneda. ¿Cómo se puede pensar en futuro cuando
pareciera que la vida es una sucesión de incertidumbres frívolas e impersonales
empeñadas en acabar con la esperanza? ¿Cómo se puede conservar la felicidad y
esperar cosas mejores mañana? ¿Cuándo se devaluó el “con trabajo y mucho
esfuerzo”? o el “Dios mediante” se volvió consolación.
Escribo como cristiano
Pienso que solamente el seguidor
de Jesús puede albergar en su cosmovisión el fracaso del proyecto civilizatorio
del ser humano y la esperanza de una restauración donde paz y justicia serán
realidades consumadas y no palabras vacías. No hay en el mundo fuerza más libertaria
ni dignificadora del ser humano y sus derechos que el cristianismo, ni la cultura
clásica, ni el renacimiento, el panteísmo, el ateísmo, ni la Ilustración, ni la
revolución francesa, ni el socialismo, ni la democracia, ni el feminismo ni el
capitalismo, ni los derechos Humanos, ni el movimiento LGBT dignifican más al
ser humano hombre-mujer que el cristianismo. Ese es el germen de la esperanza
de donde todo Occidente bebe, consciente o inconscientemente.
He crecido con la esperanza que
ante el dolor de las personas (familia y amigos) y el propio, hay un Dios a que
observa y está a nuestro lado sufriendo. Las oraciones envueltas en lágrimas de
mi abuela noche tras noche se dirigen a una persona. Hay dolor e injusticia en
el mundo pero Dios en control, la realidad última es Dios gobierna y un día
juzgará con justicia al mundo y los malvados no podrán escapar ni sobornar en
ese día.
Los profetas del Antiguo
Testamento tenían en claro el carácter bueno y misericordioso de Dios, su
fidelidad para cumplir su Palabra, su poder para llevar a cabo (usando desde
gusanos hasta imperios) su propósito y cumplirlo. Hay esperanza porque hay Dios
y Dios está con nosotros. ¿Por qué Dios no resuelve todo ya? No sé, no es culpa
suya, por qué habría de hacerlo. Sin embargo
Dios está resolviendo el problema de los seres humanos simplemente porque
nosotros no podemos ni podremos hacerlos solos. Esta empresa divina es un acto misericordioso
de salvación. En Jesús conocemos a Dios, porque Dios es Jesús. Por lo tanto la esperanza
no es una prerrogativa del cristianismo, sin embargo sólo la que Jesús ofrece
es real en términos cualitativos y cuantitativos.
Desde niño he creído, la fe me
hace pensar que a pesar del dolor e injusticia es posible seguir cantando con
alegría porque un día seremos liberados de ella. Mi mejor imagen de esto son
algunos coritos pentecostales, que con perspectiva escatológica ayudaban a
poner en perspectiva de la realidad. Estamos en el mundo pero no somos del
mundo. Más allá del sol.
La fe nos involucra en la realidad del mundo, mi esposa y yo vamos reconociéndolo cada vez con todo y sus implicaciones cotidianas, no podemos escapar, nos duele y demanda compromiso para trabajar en pro de la justicia y
la dignidad de las personas en un mundo cada vez más hostil a la vida. Mientras
tanto trabajamos, oramos y canto (casi siempre yo nada más), y cuando nos cansamos por los aparentes resultados insignificantes de
todos nuestros esfuerzos recordamos que estos días llegarán a su final… por eso el mensaje son Buenas Noticias.
Allá en el cielo, allá en el cielo,
no habrá más llanto ni más tristeza ni
más dolor
y cuando estemos los redimidos allá en el
cielo
¡Alabaremos al Señor!
Mientras llegamos a aquella casa de paz
eterna
Luchar debemos contra Satanás
Y victoriosos siempre triunfantes con Él iremos
¡Alabaremos al Señor!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias Abdiel. Esta entrada es un aliciente a la fe.
ResponderEliminarEn tiempos como estos donde la esperanza mengua, donde casi desaparece; es lindo recordar que esto no es todo, que hay un final feliz (cualquier cosa que feliz signifique, no es esto). Abrazo.