MUDANZAS PARTE 2: Renuncia
Se cierran y abren etapas. Hoy firmé mi
renuncia y formalmente dejé laborar en Colegio donde impartí clases desde hace
seis años. El sentimiento de “checar” salida no fue el mismo, ya no se volverá
a repetir, fue el último. Me voy satisfecho. Este ciclo de aprendizaje personal
y profesional fue intenso y lleno de personas y buenos momentos. La docencia
fue una inquietud lograda y en camino confirmo algo llamado vocación que estoy
dispuesto a seguir practicando en los años futuros donde quiera que esté.
Por ahora me entristece dejar a las personas,
al colectivo docente y demás personas con quienes conviví y trabajé semana a
semana. En medio de todo nos divertíamos, sabíamos divertirnos. Fui el más
joven del equipo pero siempre me sentí valorado y tomado en cuenta. Para un
profesor primerizo, como fue mi caso, el compañerismo con varios docentes mucho
más experimentados fue clave en mi propio ejercicio. Yo recomiendo este
tipo de experiencias para quienes están iniciando y para quienes ya van en el
camino y comparten con los recién llegados a la escuela.
Despedirme de ciertos alumnos y exalumnos
también acarrea su nostalgia. Pude conocer y convivir, poco y profundo, con
demasiadas personas en el aula, según mis cálculos rápidos fueron por lo menos cuatrocientos
estudiantes en seis años. Simpatizar con adolescentes es un ejercicio titánico
no siempre bien logrado y en constante entrenamiento. Todas las generaciones
fueron distintas y cada persona única. Todas ellas cuentan con dones y habilidades
sorprendentes. Todas necesitaban sentirse amadas en sus distintos lenguajes, con
regularidad todas también necesitaban afirmación en aspectos variados, otras más,
firmeza y contención. Tener oportunidad de conversar con adolescentes es una
bendición. Siempre te recuerdan lo que no sabes del mundo de hoy y lo rígido y
viejo que te estás poniendo con la edad. Convivir con ellos nunca fue un
ejercicio de guante y bata, no puedes lidiar así con el abandono, el dolor, los
traumas y las frustraciones con las que llegan de casa. Pero ellos y yo necesitamos continuar el
camino y agradecer las oportunidades dadas. Conforme crezco reconozco lo
valioso del tiempo y lo terrible de perderlo.
Participé en una institución educativa donde fui
desafiado en mi práctica docente y encontré compatibilidad entre su propuesta y
lo que yo entendía en aquel entonces como el ejercicio docente. Aprendí, no lo
dudo. Me sentí parte. Reconozco y agradezco. Sin embargo no convertiré en ídolo
a ninguna institución, todas son perfectibles y caminan en ese proceso, algunas
lentamente. A mí me ha tocado una experiencia en su mayoría buena. Como dijera
un amigo sobre otros temas: “tal vez nos pudo ir peor, o mejor, quien sabe”.
Me retiro un tiempo de la docencia con un
sentimiento agridulce. Por un lado llevo la satisfacción de ver el fruto del trabajo
y decir que es bueno. Y por el otro la frustración de tener que ajustar la
vida, el trabajo docente y el proceso de aprendizaje-enseñanza a los espacios, ritmos,
calendarios, métodos y estrategias del Estado en materia educativa. Sigo
pensando que el sistema educativo (del siglo XIX) debe reformarse desde la raíz
para este contexto (siglo XXI). Estoy dispuesto a regresar al aula y a aprender
para enseñar fuera de ella. No sé aún que depara el futuro en lo familiar,
ministerial y profesional.
Salgo en buen momento a respirar aires nuevos y
desarrollar actividades diferentes en otra ciudad y país. Me voy, cerraré la
puerta de esta oficina y dejaré en ella el rol docente. Camino hacia la puerta,
al cruzarla salgo pero también ingreso a un ciclo nuevo. Por lo pronto estoy nervioso frente a la etapa
siguiente, como los nervios en la panza el primer día de clases. Será un año
nuevo, una etapa nueva donde espero, confiado en Dios, tener la oportunidad de
ver nacer sueños nuevos y visión renovada.
Adiós.
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