Mis miedos en esta ciudad
*Del libro Diario de abordo, aún sin publicar
Tengo
miedo de mal acostumbrarme a esta nueva ciudad
Me parece
fascinante la pulcritud de su urbanización
La
pacífica convivencia del bosque y la metrópoli
El
eficiente y limpio transporte público
La
pluralidad de sus rostros e idiomas
Comidas y
religiones
Y todos
sus estándares de bienestar
Pero le
tengo miedo a la ciudad
Mi temor
no florece en las calles sino internamente
En la
contradicción de las reacciones que provoca
El refrán
popular afirma
“A lo
bueno uno se acostumbra rápido”
Y es que
acá hay mucho bueno
Aparentemente
Pero es
una ilusión todavía no cuestionada
Aquí se
respira una hipocresía de bienestar social
Estos
gobiernos de potencias mundiales
Lograron confinar
sus fracasos entre las cicatrices de sus edificios
Vancouver
no existe sin East Vancouver
Ni la
abundancia de la provincia se sostiene
Sin el
medio millón de estómagos llenos de hambre
Y aquí
estamos nosotros
Intentamos
alcanzar puerto seguro
En este
juego de hipocresías de bienestar social
Sobrevolábamos
al ventarrón
Alzado
entre la opulencia y confianza
Con prisa
navegamos con nuestros viejos instrumentos
Mientras
caminamos en estas calles abrumadas por el mundo
Pobladas
por tantos rostros ininteligibles entre sí
Amenazando
con extraviarnos o aclimatarnos
En esta
red eficiente de transporte público
Bordeamos
la frontera de la comodidad
Como
extranjeros juguetones
Incrédulos
y desconfiados
Ante las
esperanzas políticamente correctas
Que nos
prometen
Mentirosamente
La
abundancia de la tierra repartida en justas proporciones
Entre las
manos de quienes la siembran y las bocas que las consumen
Le temo a
acostumbrarme a encontrar
Todo en
buen estado y barato en el supermercado
Plátanos
de Guatemala y mandarina China
Aguacate
mexicano, fresa de California y Kiwi de Nueva Zelanda
Le temo
acostumbrarme al despojo
De
innumerables familias a quienes les pagan ridícula e insuficientemente
Vancouver
no deja de sorprenderme
Con sus
montañas orgullosas que empequeñecen a los rascacielos
Con sus
frondosos bosques llenos de vida
Que permanecen
todavía en pie
Porque se
han talado otros en un lugar lejano
No
podemos perder el curso
Estamos aquí
de paso y cuando por fin lleguemos a nuestro hogar
La tierra
pertenecerá por completo a los mansos que ahora recorren las calles
Y que no
tienen su esperanza en cuentas millonarias sino en Dios
El reino será
evidentemente de los pobres de la tierra
De los
migrantes y deportados atrapados en Tijuana
De los homeless en espíritu y verdad que
recorren East Vancouver
Y no
posan sus cabezas satisfechas en condominios o lujosos apartamentos
En nuestro
hogar habitaremos plenamente consolados y saciados de justicia
Mientras
tanto me afloran los miedos
Entre tanta
comodidad
Pero tengo
remedio
Nuestras raíces
son fuertes y el cimiento roca inconmovible
Las amistades
nuevas son faros de esperanza en medio de la noche
Avisando
con arrojo tierra firme
Nos
abrigan con ímpetu
Hablándonos
de otros lugares que no son este
Donde el
Reino sigue creciendo a veces inadvertidamente
Comentarios
Publicar un comentario