Leer el Antiguo Testamento como historias
Las historias del Antiguo Testamento (AT) son de mis favoritas, las
recuerdo con aprecio gracias a la paciencia amorosa con la que nos las
enseñaban en la escuela bíblica dominical la hermana Petra, Socorrito y
Marcial. Si pudiera establecer un top ten de mis personajes favoritos de aquellos
años de la infancia, seguramente estarían: Abraham, Moisés (el Éxodo bien nos
alcanzaba para medio año de lecciones), Samuel y David. Casi puros hombres, ya
que fuimos hijos e hijas de nuestro tiempo en una denominación pentecostal,
conservadora y unitaria en Tijuana.
Mis maestras y maestros no contaban con una “formación bíblico-teológica
de seminario” y probablemente su educación formal era elemental. Pero algo
sabían hacer y muy bien: amarnos y narrar las historias bíblicas con emoción y
detalles que seducían la imaginación. Al final, la lección era para “aprender
algo de Dios” y era también elemental: “ser obediente como… Samuel, ser
valiente como… David, confiar en Dios como... Abraham, no tener miedo pues Dios está con
nosotros para cuidarnos, etc.” Es decir, cada historia se trataba de una
especie de “héroe de la fe”, o “heroína”, como Ana o Débora. Las acciones de
los personajes eran dignas de imitar y aún de elogiar como modelo de
seguimiento del Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
Sin embargo, ¿Acaso el Antiguo Testamento está lleno de héroes? En las
congregaciones creo que tenemos un problema porque no sabemos cómo leer el AT.
Nos acercamos a él con serios prejuicios. Alejandra escribió acertadamente
sobre siete ideas erróneas acerca del AT,
puedes leer el artículo aquí.
Es común, por ejemplo, leer el AT simbólicamente para encontrar una lección para
la iglesia hoy en día. Algo así como: “las
5 piedras que David tomó para pelear contra Goliat significan 5 respuestas de
fe en la vida del cristiano”. Y claro, el autor del libro de 1 Samuel no
estaba pensando en eso.
Otra forma común de leer el AT es tratando de encontrar “verdades” o “principios”
para la vida. Una ocasión escuché como un amigo le explicaba a otra persona
cómo el libro de Daniel “nos enseña a ser
cristianos en el trabajo y los negocios” (o algo así). También podemos
encontrar esta particular forma de interpretar el AT cuando nos dice: “La vida de Moisés nos enseña 3 principios (o
más, he escuchado predicas con hasta 8 principios clave) de la vida cristiana.
Un último ejemplo. Este es más divertido. Una ocasión un pastor leyendo
un pasaje del Apocalipsis decía emocionadísimo como Juan en uno de sus
capítulos estaba describiendo un “tanque de guerra moderno”. La idea de fondo
en una interpretación de este tipo es sacar conclusiones a la Biblia a partir
de nuestro momento. Por ejemplo, recuerdo que una ocasión en el grupo de
jóvenes de la iglesia dijeron que el bombardeo e invasión de Irak (2003) estuvo
profetizado por cierto libro de AT. Incluso hace unas semanas, en las redes
sociales circulaba una nota donde una persona aseguraba que el bombardeo a
Siria ordenado por Trump fue el cumplimiento de una profecía de Isaías. Estos
ejemplos fuerzan los textos para hacerlos decir algo que no está ahí. Mi amigo
Pedro mordazmente dice: “Con la Biblia puedes legitimar lo que quieras”. Y creo
que desgraciadamente tiene razón.
Los tres ejemplos mencionados son errores. Los autores del AT no estaban
pensando en símbolos para nosotros (aunque algunos los usan pero para que los
primeros lectores u oidores entendieran). Tampoco estaban pensando en dar
“principios” para los negocios cristianos, o “verdades sobre la vida
cristiana”. Y menos se imaginaban aparatos del siglo XX o XXI, ellos imaginaron
a partir de lo que tenían. No, ellos
escribieron historias la mayoría de las veces. El AT mayoritariamente son
historias, es raro, porque la mayoría de nosotros si pretendemos escribir sobre Dios generalmente usamos un género
distinto. Por ejemplo, el ensayo. Nos inclinamos por un discurso racional:
introducción, desarrollo y conclusión. Con argumentos lógicos y notas al pie de
página. Llegamos a pensar que esa es
la mejor manera de comunicar las ideas. Pocas veces pensamos en el arte: la
pintura, la poesía, la danza, la música y sobre todo la narración: contar
historias. Pero los antiguos hebreos no
tenían ese problema del racionalismo moderno y ellos, cuando hablaban de Dios y
de su relación con los patriarcas o Israel, se dedicaban a contar historias.
No dudo que al hablar de historias alguna
persona genuinamente creyente tienda a ponerse nerviosa, porque después de
todo, la “Biblia es la Palabra de Dios” y compararla con historias puede llegar a sonar infantil, como los cuentos para
antes de dormir. Al referirme a la Biblia como historias (en su mayoría,
recordemos que también hay cartas y poesía, entre otras más) no significa negar
su validez histórica, es decir, los hechos sucedieron, pero los autores
eligieron contárnoslos como una historia donde también encontraban el
significado último de los acontecimientos en virtud de la relación que Israel
tenía con el Dios del pacto y sus propósitos de bendición a todas las naciones.
Christopher Wright comenta: “los escritos que ahora componen nuestra
Biblia son producto y testigos de la misión final de Dios… los procesos
mediante los cuales fueron escritos, con frecuencia eran misionales en
carácter. Muchos de estos textos surgieron a partir de acontecimientos, luchas,
conflictos crisis en los que el pueblo
de Dios se involucró con la desafiante y siempre renovada tarea de articular y vivir su entendimiento de la
revelación de Dios… un texto tiene su origen
en alguna cuestión, necesidad, controversia o amenaza que el pueblo de Dios
debe enfrentar en el contexto de su misión. El texto mismo es producto de la
misión de Dios.”
El hecho de que mucha parte
del AT sean narraciones no implica que pierden su importancia. Para nada. No
tendría porque. Sin embargo sí nos pide un cambio en la forma en la que nos
acercamos a esos textos para leerlos e interpretarlos. Leer o escuchar historias
tiene su chiste y demanda atención. La forma tiene relevancia tanto como la
trama. En la forma en la que están narradas las historias hay muchos detalles
de lo que cuentan. Los textos bíblicos invitan a una recepción activa, nos
meten en la trama y nos piden respuesta.
Todo lo anterior fue para decirles que me dispongo a leer el libro de
Jueces y aquí pondré algunas de las sorpresas que vaya encontrando. Tal vez les
interesen, tal vez no. El libro de Jueces es fascinante, está lleno de pequeños
relatos, todos fascinantes. Algunos personajes son extraordinarios y otros no son
héroes, están a kilómetros de distancia de serlo. Y es que es cierto, la Biblia
no nos presenta como héroes a todos los personajes que aparecen en las
historias. El autor de la carta a los Hebreos interpretó como heroica la fe de
alguno de ellos. Pero eso no significa que siempre fueron ejemplos a seguir. Nadie
anda diciendo: seamos como David, que
cometió adulterio y después mandó matar al marido de la mujer para casarse con
ella. Y es que digámoslo de forma clara, la Biblia no presenta a personajes
simples, sino exquisitamente complejos, que a veces nos sorprenden y otras
francamente nos decepcionan. Esto no está mal. Para nada. Los autores nos
dejaron claro bien lo vacilante e inestables que son las personas pero en medio
de esa confusión vemos a Dios llevando a adelante sus planes, con personas imperfectas.
Como sigue haciéndolo en la actualidad.
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