Mis papás son millennials: la llamada al 811

La segunda noche con Luciana en casa. Papá y mamá primerizos. Una recién nacida. En otra ciudad y cultura diferente. La combinación ideal para una noche caótica. Como realmente fue.

Después del parto(que nunca sucede como en las películas) y todo el proceso para permitirnos salir del hospital, Ale y yo regresamos a casa con una recién nacida y un par de folder con hojas de información y folletos para iniciar nuestra aventura como mamá y papá. La información eran consejos sobre como amamantar, ayuda en la depresión posparto, un formato para registrar los pañales sucios por día, una cartilla con los colores deseables de popo y aquellos que no eran síntomas de buena salud, etc. Entre todo ese material, que consistía hasta ese momento en nuestras únicas instrucciones sobre cómo ser papá y mamá sin que el neonato muera en el intento, estaba un imán circular pequeño (sí de esos del refrigerador) donde se observaba el número 811. "Un bonito souvenir" pensé cuando lo vi por primera vez. Pero esa noche fue nuestra salvación.

Luciana comenzó a llorar inconsolablemente y como experta madre y padre que éramos a nuestros escasos 3 días, comenzamos a descartar: 1) no fue  hambre, 2) ni fue pañal sucio, por lo que se trataba de sueño. Pero por más que desplegamos nuestros recursos para dormir, Luciana continuó llorando y lloró por mucho tiempo. En la desesperación salí a caminar con mi hija en brazos a la sala.

En la desesperación, sin ninguna idea de qué hacer y con la incertidumbre de no saber si nuestra hija estaba enferma, Ale recordó el 811 y llamó por teléfono al servicio. Para aclarar: el 811 es el número telefónico del sistema de salud de la Columbia Británica para el cuidado de infantes. En fin.  Ahí estábamos, yo desconcertado, asustado y con Luciana hecha un mar de lágrimas y Ale con la sensibilidad a flor de piel y en el teléfono. La enfermera que nos atendió se dedicó a tranquilizar a Ale y a darle una serie de instrucciones. En primer lugar le tomamos a Luciana la temperatura y comprobamos que estaba bien. Después la enfermera comenzó a hacer preguntas sumamente interesantes para poder elaborar un panorama de lo que estaba sucediendo. En un momento ella preguntó: "¿Cómo está vestido papá?" y "¿Cómo está vestida la bebé? Entonces dijo: "Muy bien, intenten ponerle una cobija a la bebé". Alejandra, quien estaba al teléfono me repite la indicación y yo inmediatamente cubro a Luciana con una de sus pequeñas cobijas. Milagrosamente la niña dejó de llorar.

Ahora recuerdo el momento con sentido del humo y lo comparto como una historia para hacer reír. Pero en ese instante, después que Luciana dejó de llorar y se durmió, me sentí el peor padre del mundo. Pensé: "Estaba congelando a mi hija". Novateada segura. Luciana no es una persona adulta, es una recién nacida, nuestros parámetros no pueden ser aplicados a ella, son necesariamente diferentes.

Esta experiencia me deja ver lo importante de la familia extendida y la comunidad para la crianza. Estamos hechos de historias, nuestras experiencias (buenas y malas) nos moldearon y nos hacen responder al presente. Los nuevos ejemplos de crianza: que respetan la dignidad de las hijas o hijos, son incluyentes, expresan amor y cuidado, son liberadores y una puerta de nuevas y mejores oportunidades, para nosotros como mamá y papá, y para Luciana, como una persona más que está con nosotros, creciendo e incorporándose, poco a poco, a la dinámica familiar y a la sociedad. Alejandra y yo seguimos sin tener un manual o instrucciones para criar a nuestra hija pero googleando nuestras dudas. Estamos investigando, observando diferentes modelos de crianza, aprendiendo a prueba y error, en diálogo con nuestras propias experiencias, escuchando los consejos de otras personas y tomando decisiones.
Familia extendida de George Mahenga

Por lo pronto, el servicio del 811 en Vancouver ayudó para que yo no congelara a Luciana esa noche mientras ella lloraba porque tenía frío. Inexperiencia de papá y mamá novatos. Y apenas van unas cuentas semanas. 

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