Fe y economía

Según información de CONEVAL, en 2016 había 53 millones de personas en pobreza en México. La cifra representa el 44% de la población total del país. Por si fuera poco, el gasto para desarrollo social del gobierno federal se redujo del 46.9% en 2016, al 45.7% en 2017. Vivimos en un país donde el Estado se ha adecuado a las realidades que exige el neoliberalismo para su buen funcionamiento. En 2015  el 1% de la población concentra el 43.3% de la riqueza nacional. Hoy por hoy la explotación de los recursos nacionales y de la población resulta en beneficio de un grupo reducido de personas.



¿Cuál debe ser nuestra respuesta como seguidores de Jesús a este tipo de problemática? Primero  reconocer Dios está comprometido con el cuidado de la creación, la protección de los pobres y la práctica de la justicia. El presente sistema económico no es compatible con los valores de igualdad y justicia del Reino de Dios. El seguimiento a Jesús nos compromete a la transformación de la estructura económica que produce pobreza, desigualdad e injusticia en el acceso digno a los recursos naturales. Todos podemos incidir en nuevos cambios desde la cotidianidad en el espacio público donde nos desenvolvemos. Podemos actuar bajo la lógica y los valores del neoliberalismo u optar por criterios éticos y justos.


Como profesor y asesor en un ministerio misionero universitario tal vez no afecte directamente las decisiones que orientan la economía del país. Pero sí puedo influir con los valores de igualdad, justicia, cuidado de los pobres y de la creación en la formación de nueva generaciones. Mi vida puede modelar un estilo de vida sencillo, el contentamiento, el consumo responsable, la confianza en la provisión de Dios y el compromiso de buscar una economía acorde a los valores del Reino.

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