El primero año de Luciana


Llegar a este 27 de julio de 2018 es una gran alegría y celebración. Alejandra y yo festejamos el primer cumpleaños de nuestra hija, celebramos que ella y nosotros hemos sobrevivido a este tiempo. Decir: un año, es fácil y rápido, incluso al escribirlo es una frase pequeña, pero contiene una profundidad inagotable, como el amor.

Un año de esta aventura de la paternidad y la maternidad compartida, que en términos prácticos significa: amor, ternura, presencia, servicio, aprendizaje, trabajo en equipo, cansancio, creatividad, asombro y mucha gratitud. La vida cambia con los hijos, no para “bien” o para “mal”, pues casi siempre esas categorías se definen a partir de nuestro egoísmo y comodidad, y no es así.  La vida es un regalo,  Ale y yo estamos profundamente agradecidos por abrirnos a la posibilidad de tener una hija y nos sentimos profundamente conmovidos por recibirla.  

La vida nos cambió con Luciana porque hay una presencia nueva entre nosotros, una risa y un tono de voz recién descubierto. La cotidianidad cambia también reflejando lo que sucede en lo emocional y espiritual. Se abre espacio para el otro, se acondiciona para recibirle bien, atenderle y permitirle crecer con amor y cuidados. La vida me cambió porque ahora mi hija me permite ver con asombro lo que para mí perdió novedad. Ver un avión rayando el cielo es señalarlo con el dedo, abrir los ojos grandes, sonreír por la alegría de encontrarlo perdido en la inmensidad de allá arriba, evocar un viaje y prepáranos mentalmente para el que vendrá.

Dios nos dio una hija a nuestro cuidado, la dotó de su propia personalidad y a nosotros nos encomendó la tarea de descubrir quién es ella y ayudarla en el proceso de encontrar su camino. Esa senda donde el Dios de la vida se encontrará con ella y le llamará a andar, a seguirle en el extendimiento de su Reino.

Luciana tiene un carisma que nos ha sorprendido a Ale y a mí. Salir con ella a cualquier lugar es llamar la atención de las demás personas. Llevamos a una niña en nuestros brazos que saluda como reina con su pequeña manita morena a cuanta gente se cruza por nuestros caminos. Luciana ríe y escucharla es mi nueva música favorita. Dios es Padre también y, sin pretender ser soberbio, me da la impresión de que yo lo entiendo ahora un poquito mejor. El amor de Dios tiene nuevos matices, deja de ser un concepto teológico racional filtrado por mi experiencia personal y ahora tiene que ver con mi amor por Luciana. El amor duele y se entrega sin condiciones.


Este año de Luciana no sería lo mismo sin Ale. La pasión y ternura de esta mujer por su hija me conmueve. Yo no podría concebir este año sin una mejor compañera. En medio del cansancio y los errores por la maternidad y paternidad, voy descubriendo a Alejandra como la mejor madre para nuestra hija. Al ver como ellas dos se aman, se sonríen y juegan, encuentro a Dios en mi hogar. Aquí con-nosotros, como él prometió que estaría.

Mañana es el día del primer cumpleaños de nuestra hija. Habrá un desayuno especial en casa, en pijamas. Probablemente bailaremos alguna canción juntos, los tres y reiremos. Reiremos como hoy, por la vida, porque estamos juntos, por la esperanza que hay y por la que luchamos. Celebraremos una vida viviendo con alegría, tu mamá, tu papá y toda la gente que te ama. 

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