La pandemia de Covid-19 nos recuerda...

Oficialmente hoy México entró en Fase 2 ante la crisis de Covid-19. Las recomendaciones y restricciones de las autoridades comienzan a subir de nivel. 

Entre tanto caos y sobresaturación de información hay poca gestión de respuesta. Me tocó casi una semana tener más claridad y capacidad de tomar el timón para navegar la tormenta. Muchos estamos todavía en "estado de shock" vacilando entre el cinismo, la indiferencia o el miedo paralizante. En situaciones como estas es donde se prueba la fe. 

Pareciera que el mundo que vivimos hoy definitivamente es el de hace 3 semanas ni el mañana será con base a los pronósticos o proyecciones deseadas. El nubarrón que viene es denso y con promesa de dificultades. Amerita llevar "cada día con su propio afán". 

No es momento para respuestas sobreespirituales de la situación, el alarmismo más infantil ni el juicio prematuro a diestra y siniestra. Dios sigue siendo Dios. Dios sigue siendo bueno. Dios sigue reconciliando el universo consigo mismo. Dios cumplirá su buena voluntad. Jesús es el Señor. 

En medio de todo este momento, apenas puedo respirar y sentir que asumo la nueva realidad. Lo cual me hizo pensar en algunas realidades que la actual pandemia de Covid-19 nos recuerda. Son cosas básicas, pero por lo básico se olvidan fácilmente. Las comparto para que también las recuerden junto conmigo y tal vez, proablemente tal vez, de ese ejercicio podamos sacar algo que nos ayude a vivir mejor los días por delante.

Así que estas son las realidades que la pandemia me hace recordar: 

1.- Moriremos. El Covid-19 me recuerda algo tan básico y humano: todos algún día moriremos. Si el Covid-19 no es la causa de nuestra muerte, otra razón será. Pero todos pasaremos por la muerte aunque la ignoremos, le tengamos miedo, nos preparemos para su encuentro o simplemente nos sorprenda un día. Todos moriremos y no podemos ofrecer nada para evitarlo. La muerte nos impone el límite. 

2.- No tenemos el control. Esto es igual de básico que el punto número 1. Pero a menudo lo olvidamos. La tecnología, nuestras capacidades, influencia, atractivo o dinero nos hacen creernos posedores del control de nuestra vida, la vida de otros o de circunstancias. Pero no es cierto, un microscópico agente infeccioso tiene a casi todo el mundo en jaque. Nuestro control es ficticio. Una mentira que funciona para mantenernos a nosotros en el mundo. 

3.- Formamos parte del mundo. El planeta es nuestra casa común y nuestras acciones contribuyen a su florecimiento o destrucción. La disminución de la actividad humana no está afectando al resto de la naturaleza, sino solamente a los humanos. Pareciera que la tierra no nos necesita y puede sobrevivir sin nosotros. Imaginemos que el Covid-19 pusiera realmente en riesgo nuestra existencia como especie (lo cual no es cierto), los únicos afectados somos los seres humanos. En todo caso, este no sería el fin del mundo, sino únicamente nuestra extinción. 

4.- La desigualdad y los privilegios. Tanto en nuestra América Latina, como en otras partes del mundo, el estado de cuarentena implica dejar de laborar. Algunas personas tendrán cobertura por sus trabajos y recibirán sus salarios. Pero en México millones de personas trabajan en la informalidad, esto significa que si dejar de trabajar no generan ingresos para el sustento de sus familias. Pero estamos otras personas que tenemos la flexibilidad/privilegio de trabajar desde casa o dejar de presentarse al lugar de trabajo y recibir salario. Lamentablemente esto no es para todos. De tal manera que el Covid-19 me recuerda la tremenda desigualdad de nuestros países y los muchos privilegios que gozo. ¿Cómo vivo en cuarentena siendo responsable con otros a partir de mis privilegios? La pregunta es difícil. Por un lado podríamos dejar de pedir comida, pero al mismo tiempo esta puede ser una medida para apoyar a negocios locales. ¿Cómo lo viven ustedes? El punto de todo es: no acaparar productos innecesarios y ser compartidos. Comprar lo necesario para la familia según los plazos: semanal, quincenal o mensualmente. Pero también podría ser preguntar por las necesidades de nuestros vecinos, compañeros de trabajo, familia, miembros de la iglesia y colaborar con ellos en la medida de lo posible. 

5.- El miedo y la ignorancia, o  el egoísmo y la soberbia de un ser humano pueden ser colosalmente peligrosa y estúpida. Vean las imágenes de carritos de mandado repletos de bolsas de papel higiénico, agua embotellada, las filas en las armerías en EUA o las fotografías de playas llenas en plena cuarentena. Por ignorancia o soberbia algunas personas desacatan las indicaciones de las autoridades sanitarias, poniéndose en riesgo ellos y a las personas a su alrededor. Por miedo y egoísmo se prefiere almacenar productos en casa en lugar de compartir con otros. 

6.- Los sistemas de salud de nuestros países se encuentran debajo de las condiciones en las que podrían operar. En sus propuestas de recorte del gasto público, el modelo neoliberal llevó a los estados a invertir menos en los sistemas de salud y en algunos casos a la privatización. El acceso a la salud pasa de ser un derecho a un privilegio, de una necesidad cubierta por el estado a un servicio gestionado por el mercado. 

7.- Necesitamos a las personas. Aunque soy introvertido, reconozco que necesitamos relacionarnos con otros, sin que medie Internet. Los abrazos, apretones de mano, los besos, las comidas juntos, el baile y el caminar. La cuarentena llega en momentos donde las relaciones personales estaban empobrecidas por lo virtual. Vaya estragos. 

8.- Las misericordias del Señor son nuevas cada mañana. Dios sigue en control, él escucha mis miedos, ansiedades, temores; en él puedo confiar. La inestabilidad de la vida en los últimos días me dejan mi necesidad de la comunión con el Dios Comunidad de Amor. En él hay estabilidad, paz, esperanza, aliento y creatividad para sobrellevar este momento. 














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