¿Cuál iglesia es esencial para Trump?



La iglesias es esencial…


Esta entrada de blog la escribí en respuesta quienes se alegraron por las noticias de que Trump solicitará la apertura de iglesias, mezquitas y sinagogas por considerar que brindan actividades esenciales.


¿Cuál iglesia es esencial para Trump?

Ahorrémonos los aplausos y vítores. No hay nada por qué alegrarnos. ¿De quién queremos recibir aprobación de Dios o del César? ¿La iglesia de Jesucristo necesita la aprobación del Estado para seguir sus actividades? Si decimos que sí, entonces tenemos un serio problema, sin importar que tan bien justifiquemos nuestra respuesta. ¿Qué clase de iglesia es la esencial para Trump? Yo opino que aquella que le alaba, consciente sus políticas e inmoralidades (pasadas y presentes), que está dispuesta a ajustar el Evangelio y está dispuesta a darle la presidencia de nuevo, como un caudillo moral en un contexto de pluralidad y de franca decadencia del evangelicalismo estadounidense.


La iglesia que asume su vocación profética está en franca oposición a Trump, no le aplaude. Pues ésta se parece más a Juan el bautista, que enfrentándose a Herodes le decía: “¡Lo que has hecho no está bien!”. Esa clase de iglesia no es esencial para Trump, pero es la que más necesita hoy en día él y su país. Aquella que verdaderamente es sal, para detener el efecto de putrefacción del pecado y luz, para iluminar el camino de arrepentimiento y salvación. No aquella que le regala votos en las elecciones.


Aplaudir a Trump por reconocer lo importante de la iglesia es como aplaudir a la bestia del Apocalipsis. Es como si Juan el apóstol, desde su exilio en Patmos reconociera al César Domiciano porque el emperador aprueba las actividades de la iglesia primitiva. Es absurdo. A la bestia no se le conversa, tiene colmillos en lugar de oídos y su lengua es un vientre de medias verdades que nos comparte su poder para ejercerlo en el mundo bajo su tutela.


Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella

La iglesia no necesita los templos. Puede prescindir de ellos. Puede incluso prescindir de Internet. La iglesia sobrevivirá porque su cabeza es Jesús, el Señor. La iglesia existe en las pequeñas comunidades de creyentes, cuando dos o tres nos reunimos en el nombre de Jesús y él está en medio nuestro. En esos tres creyentes que incluso sin Internet ni cultos virtuales abren las Escrituras, oran y viven día a día la fe del carpintero. En todo caso, la pandemia terminó con el predominio del templo como eje de las actividades de la iglesia. En el futuro, el apagón virtual democratizará profundamente la vida de la iglesia, afirmará el sacerdocio universal de todo creyente y crecerá en redes, flexibles y vivas en los lugares menos imaginados. El Espíritu obra a pesar de nuestras limitaciones. En todo caso, si no sabemos qué hacer, es tiempo de preguntar a la iglesia perseguida en China, Medio Oriente y África, aprender de ellas y ellos.

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