¿Amor a la ortodoxia?

Las pequeñas Santas Inquisiciones


Crecí como niño evangélico en Tijuana en la década de 1990. Por aquellos años los evangélicos todavía nos considerábamos una minoría religiosa en un país mayoritariamente católico. Por si fuera poco, mi familia era parte de una denominación pentecostal, unitaria y conservadora, la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús. Minoría entre las minorías. La IAFCJ se consideraba así misma (como muchas otras denominaciones lo hacen) como la única y verdadera iglesia de Jesús. En aquellos tiempos se trataba de todo o nada. Según la IAFCJ  solamente los congregados en sus iglesias eran realmente salvos, porque ellos poseían la verdadera doctrina bíblica, el bautismo en el nombre de Jesucristo (como señalan las Escrituras), y el bautismo del Espíritu Santo (glosolalia). 


En este panorama no es difícil imaginar cómo un niño interioriza esta relación con la “ortodoxia” en su identidad. Nosotros bien, ellos mal. Toda práctica o interpretación bíblica pasaba por el filtro limitado del dogma y era considerada “correcta” o “incorrecta”. Una ocasión el hermano Marcial, nuestro maestro de escuela bíblica, detuvo la clase porque notó “algo extraño en los expositores”. En aquel librito la lección explicaba los atributos de Dios, y usaba la figura de un triángulo para definir a la Trinidad y las tres personas: Dios el Padre, El Hijo y el Espíritu Santo. El hermano Marcial se detuvo, nos puso a colorear y se fue a buscar a un diácono. Ambos hombres conversaban asustados mientras veían el librito. “Es que es material “trinitario””, dijo el diácono. Cuando el hermano Marcial regresó nos dijo que saltáramos esa lección. El siguiente domingo dicha lección fue arrancada de los libritos. Se salvó la sana doctrina y la ortodoxia de las nuevas generaciones. 

 


Lamentablemente esa avaricia por la ortodoxia no es exclusiva de una denominación evangélica protestante ni cosa del pasado. Pareciera que la era de Internet y las redes sociales la hizo resurgir. Porque esa avaricia la podemos encontrar presente en muchas otras. Un ejemplo actual son ciertos esfuerzos de personas u organizaciones calvinista por corregir y enseñar la sana doctrina en América Latina. Pequeñas inquisiciones desde Facebook vigilan las publicaciones y mentes para corregir la sana doctrina y marcar la diferencia entre nosotros y ellos. Los salvos y los condenados. 


La avaricia por la ortodoxia pudre los ojos y distorsiona la realidad cuando nos convierte en expertos de pajas ajenas e ignorantes de vigas propias. La ortodoxia separada de la misión y la vida de la iglesia, hincha el corazón de soberbia y amarga la vida. Porque transforma a Jesús en una “verdad” que suponemos poseer, enseñar, explicar, defender e incluso moldear. Entonces andamos por el mundo preguntando frente a cada expresión distinta a nuestros modelos: ¿Eso es bíblico? ¿Aquello es correcto? Y es más fácil censurar lo nuevo y catalogarlo como hereje, que cuestionar nuestros propios dogmas e ideas. Por eso deambula tanto fariseo 2.0 por Internet con pretensiones de “enseñar la sana doctrina” y  “corregir opiniones”.  El amor a la ortodoxia nos lleva a plantearnos las preguntas incorrectas, porque nos distrae del amor a Dios y al prójimo. Y claro, porque Dios como el prójimo son personas independientes a mi y  con voluntad propia, es más fácil amar a los conceptos, las ideas o las doctrinas, que a las personas. 


Un ejemplo


Sucedió en noviembre pasado. El 1ro de noviembre, Día de todos los Santos, Ale y yo decidimos habilitar en una mesita de la sala de nuestra casa, un espacio para colocar fotografías de 6 personas queridas que habían muerto durante la pandemia. Pusimos las fotografías de Steve Colby, “Tona”, pastor José Antonio, pastor Lupito, el abuelo Matías y el Sr. Manzano. Tomé una fotografía de la mesa y la subí a mi Facebook.  Los comentarios a la publicación original no fueron muchos ni ofensivos. Pero no pasó desapercibida. 


Sin embargo, después dos queridas amistades buscaron conversar conmigo en privado sobre mi publicación. En ambos casos mis amistades recibieron preguntas y comentarios de terceros que cuestionaban si mis acciones habían sido correctas a la luz de sus interpretaciones de las Escrituras. Por lo que supe, la preocupación principal radicó en ordenar, corregir, y censurar una práctica, en lugar de mostrar amor y empatía. En la imagen publicada hubo 6 rostros de personas finadas, que representan 6 viudas y familias dolidas. En la imagen misma estaba el dolor de nuestra familia ante esas muertes. ¿Cuál debería haber sido la preocupación principal ante esto? ¿Cuestionar la ortodoxia de la práctica o lamentarse con nosotros ante el dolor? Según las conversaciones con mis amistades, ninguna de las terceras personas comentó nada del dolor. A ellos les interesó más la ortodoxia que mostrar amor, aun cuando no entendieran totalmente nuestras acciones o no estuvieran de acuerdo.


Escribo preocupado y como obrero de un movimiento estudiantil misionero e interdenominacional. Porque considero que el énfasis en la búsqueda por la ortodoxia per se produce guetos desde los cuales es casi imposible conectar el Evangelio a la generación de universitarios actual. O incluso entre evangélicos de distintas denominaciones y tradiciones. ¿Cómo los integrantes de Compa estamos conectando con la cultura? y sobre todo, ¿Cómo estamos percibiendo e interpretando la realidad? 


Los riesgos de esa búsqueda desesperada por la ortodoxia son muchos. 


Priorizar la ortodoxia es dañino si nos impide amar o empatizar con el dolor del otro. El querido Ziel Machado nos ha recordado en diferentes ocasiones: “Si tu teología no te lleva a amar mejor a Dios o tu prójimo, esa teología no sirve”. Porque entonces la ortodoxia se convierte en una regla para medir a los demás, según nuestros propios términos. Pues eso que llamamos “ortodoxia” o “la sana doctrina bíblica”, es también una interpretación histórica de la Escritura, un paradigma determinado o una escuela teológica que puede ser historizada y que no bajó inmaculada del cielo. 


Definir la ortodoxia nos reafirma en nuestras propias ideas y rara vez nos abre a la posibilidad de cuestionarnos cómo es que creemos. 


La defensa de una ortodoxia promueve la generación de guetos que nos alejan de la sociedad plural. Pero ante el contexto actual, de grandes cambios sociales y la inestabilidad del mundo, la ortodoxia nos ofrece un falso punto firme al cual sostenernos. Promueve la construcción de un pensamiento defensivo y autoritario ante todo aquello que cuestiona o crítica al cristianismo (o nuestros valores). 


Un punto fijo 


Con esta reflexión no pretendo dejar de lado la reflexión contextual y comunitaria de las Escrituras o promover un relativismo que lo justifique todo. La Biblia debe ser la autoridad en todo asunto de fe. Mi preocupación es misionológica, un llamado a revisar nuestra prácticas en la misión y nuestros acercamientos a la cultura. No podemos entablar diálogos con otras personas a partir de nuestros prejuicios. No podemos suponer que el evangelismo, la misión y el discipulado se reduce al traspaso de información correcta en la mente de las personas. 


Claro que tenemos las Escrituras y como pueblo de Dios debemos esforzarnos por leerlas, meditarlas, reflexionarlas y vivir acorde a ellas. En las Escrituras encontramos la revelación de Dios a lo largo de la historia y su propósito para el mundo. Edesio Sánchez señala a Deuteronomio 6:4-9 como el corazón de la fe bíblica: 


4 »Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor.[a] 5 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. 6 Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. 7 Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. 8 Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; 9 escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades.


Edesio comenta: “Los textos que hablan de la necesidad de estudiar y repetir la Palabra de Dios en en Deuteronomio se multiplican por decenas; y por doquier resuena el estribillo: “Para que te vaya bien”. Así es, la Palabra de Dios impacta a hombres y mujeres, los transforma y los llena de vida plena y abundante. Cuando falta, viene la decadencia, la vaciedad y el sin sentido.” Las Escrituras son útiles para la enseñanza, instrucción y corrección del pueblo de Dios. (1 Tim. 3:16-17). 

  

Dios se ha revelado y debemos perseverar en su revelación. Esta perseverancia no radica solamente en la memorización del dogma. Sino en la profundización en la relación con el Dios revelado en la Biblia. Catalina F. Padilla lo dice claramente: “Todo esto se registra (la revelación) en la Biblia, para que lo conozcamos; se interpreta en la Biblia, para que lo comprendamos. (El propósito) que conozcamos a Dios personalmente, en una relación del tipo tú-yo, personal, vivencial, existencial.”


John Stott señala que “el cristianismo histórico es esencialmente dogmático, pues pretende ser una fe revelada”.  Y añade: “Debemos ser dogmáticos en lo que ha sido revelado claramente y agnósticos en cuanto a lo demás”. Stott aclara: “...el hecho de que Dios ha hablado y de que su revelación está registrada en un libro no significa que los cristianos lo saben todo. Temo que a veces damos la impresión de pensar eso, y en tal caso necesitamos que Dios perdone nuestras presuntuosas pretensiones de omnisciencia”. Sí, debemos perseverar en la Enseñanza de Jesús, debemos cuidarnos de la tentación de convertirnos preferir el rol de jueces sobre los demás, en lugar de hacedores de la palabra (Stgo. 1:22). 

                                                                            

La misión 


Interesantemente, la mayoría de quienes practican la defensa de la ortodoxia como deporte en redes sociales se limitan al aspecto racional, digamos teórico de la fe. Pero como todo lo de redes sociales, cala poco en la vida práctica y mucho menos en la misión. Pues al final de cuentas, los defensores de la ortodoxia gustan de los debates entre doctos donde se ausentan los compromisos reales en la misión.  

Nuestros esfuerzos por la pureza de la ortodoxia, cuando se quedan en un esfuerzo intelectual, sin transformación de la vida ni envío a la misión, es puro correr tras el viento. Dos maestros de la Misión Integral lo mencionan a su manera. Don Samuel Escobar comenta: “La misión requiere ortodoxia, es decir, fidelidad a la integralidad del mensaje, pero también requiere ortopraxis: una fidelidad al modelo en la manera de llevar a cabo la práctica misionera.”    Y  Don René Padilla dice: “Al fin de cuentas, la autoridad de la Biblia es la autoridad de la verdad para la experiencia, y es consecuentemente en la experiencia donde se ejerce.”


No se puede separar la vida ni la misión de la Palabra. Y no hay una verdadera compresión de las Escrituras sino se experimenta la transformación del Espíritu ni se participa en la misión. Ahorrémonos los plumazos, los post de Facebook-Twitter y los videos en Youtube. 


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