Las preguntas de Erandi
Por las tardes la Guardia Nacional (GN) monta un retén en una de las avenidas principales de nuestra colonia, a escasas dos cuadras de nuestra casa. Por fortuna, logramos evitar esa revisión porque usamos una ruta alterna para regresar a casa. Sin embargo, cada vez es más común ver vehículos de la GN, el ejército o la marina transitando por la ciudad.
Una tarde de regreso a casa, mi hija Erandi vio un pick up con efectivos de la GN y me preguntó sobre sus armas. Yo inicié mi respuesta como si repitiera una línea memorizada previamente: “Ellos usan las armas para proteg…” De repente me hice consciente de lo que estaba respondiendo a mi hija y corregí el rumbo.
“Bueno hija, nadie debería usar armas, pero los soldados y los policías las portan porque hay personas que a veces lastiman a los demás y los soldados las pueden usar para defenderlos. Pero la mayoría del tiempo las traen solo como adorno, para que los demás las vean y se asusten”.
"Cristo rompe el fusil" de Kelly Latimore (2022), |
Ni Ale ni yo queremos que nuestras hijas crezcan romantizando a las fuerzas armadas ni legitimando su presencia en las calles. Tampoco que le tengan miedo u odio. Cada soldado en la calle es un hombre (y algunas mujeres) alejado de su familia y que quizá, su hubiera tenido otra oportunidad, habría elegido otra forma de ganarse el sustento. O quizá, son personas también afectadas por la violencia y solo en esos espacios logran subsistir. No lo sé. Nuestro “glorioso” ejército de “chocolate”, aunque colabora en el desmantelamiento del narcotráfico, es una institución salpicada de sangre.
Criar hijas, e hijos, es un acto político. Escuchar sus preguntas e incentivar su capacidad para hacerlas es una forma de contribuir a la formación de futuras y futuros ciudadanos que cuestionan la autoridad. Es también una forma de ayudarles a descubrir quién es Dios y por qué a veces no entendemos lo que él hace. A diferencia del ejército, donde la jerarquía es vertical y las órdenes se acatan sin recelo. A diferencia de muchas iglesias, donde las personas en autoridad se vuelven incuestionables.
—¿Pero sabes algo hija? —pregunté —Llegará un día en donde las armas ya no serán necesarias. Todas las armas del mundo se convertirán en herramientas para sembrar la tierra y trabajar…
—En el Reino de Dios papá, yo ya sé —respondió sin explicaciones, como quien tiene una fe de niña
—Sí hija, cuando Dios termine de traer su Reino
Ese Reino que poco a poco avanza, donde no existirán violentos ni muchachitos de 18 años, con un fólder bajo el brazo, con necesidad de formarse en la plaza principal de San Cristóbal de las Casas, para esperar su turno y enlistarse en el ejército, como la última opción viable para ellos. En ese Reino ellos ni sus familias sufrirán las carencias, ellos tendrán consuelo y ¡la tierra como herencia!
Mientras ese Reino se consuma, nosotros seguimos colaborando en la reconciliación. Y mis hijas lo experimentan. Oro para que ellas abracen la fe y encuentren en Jesús, el Príncipe de Paz, el camino a seguir.
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