Dios con nosotros

Desde hace unos años he prestado mayor atención a la temporada de Adviento, en parte por necesidad de mi espíritu, en parte para introducir a las niñas a la verdadera razón por la cual celebramos Navidad: el nacimiento de Jesús en Belén. 

Natividad de George S. Jarmolinski
Natividad de George S. Jarmolinski


Cómo saben, en el calendario litúrgico de la iglesia, Adviento son los 40 días previos a la Navidad. Este es un tiempo de preparación para la conmemoración del nacimiento de Jesús.

En los años pasados mi "preparación" fue un tipo ajuste de la vida a un ritmo nuevo, ¿Me explico? Cómo si se repente debería subirme a un tren en marcha y dejarme llevar. Una especie de paréntesis de las preocupaciones domésticas que retomaría paulatinamente los primeros días del año nuevo. No me juzguen. En cada año fue una disciplina espiritual, una gracia que me ayudó a centrar la vida. Solo que este Adviento algo cambió. 

Posiblemente el cansancio de este año es mayor y "el salto" al tren en movimiento es un esfuerzo mayor.  

El Evangelio según Mateo 1:22-23 dice que el ángel Gabriel se le apareció a María y le dijo que ella daría a luz al hijo de Dios, que salvaría a su pueblo: 

[22] Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: [23] «La virgen concebirá y dará a luz un hijo y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»).

Este año me he quedado con la contemplación de este pasaje, especialmente con este nombre: Emmanuel, Dios con nosotros...

El cristianismo cree que Dios no está ni lejos ni ajeno al mundo ni a cada individuo. Al contrario, Él actúa en la historia. Él está con nosotros, aquí y ahora. Aunque eso no significa que podamos percibirlo a primera vista donde o cómo nos gustaría verle. Pero en mi hay fe para crecer esto. Puedo confiar en él que así es. 

Este Adviento siento que no necesito subirme a ningún tren. Porque Dios vino. No me preparo para escapar del día a día cargado de pendientes, de preparación de comidas, trabajo, la masa leudandose en la cocina, las conversaciones interrumpidas con Ale, los planes futuros, esa lavadora descompuesta, las invitaciones inesperadas, el café recién hecho por la mañana, las sonrisas y ocurrencias de las hijas. No. Dios no quiere que abandone todas esas cosas para escapar a alguna esfera espiritual superior donde vibre alto y esté con él. Al contrario, él es quien acude a mí , a nosotros y a nuestro encuentro aquí donde ahora estamos y como estamos. Juan, cuando escribió su historia de Jesús, expresó también está realidad: 

Juan 1:14 

[14] Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y contemplamos su gloria, la gloria que corresponde al Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Los estudiosos concuerdan que esté pasaje en el idioma original literalmente dice: "puso su tienda entre nosotros". Es decir, se vino a vivir aquí con y como nosotros. Para nuestro tiempo esto equivale a decir: "Dios se mudó a nuestra colonia, y vimos su gloria..." 

Por eso la vida tiene sentido y sus detalles más pequeños son significativos porque Dios inunda la Historia y nuestra historia, con su presencia para traer su salvación/salud, redimirla y santificarla. Él es la luz de la humanidad y por eso nosotros lo necesitamos, porque únicamente al venir a él, verle y conocerle podemos comprender qué significa ser verdaderos humanos. Sólo Él resplandece en la oscuridad y la oscuridad no puede apagarla (Jn. 1:4-5)

En este Adviento he descubierto un poco más lo que eso significa para mí. Jesús quiere sentarse en nuestra mesa y preguntarnos cómo estamos, cuáles son hoy nuestras preocupaciones y qué nos gustaría comer de postre. 

No todo está perdido, la muerte y la oscuridad no tienen la última palabra porque precisamente Jesús nació y con su muerte y resurrección las ha vencido. Él conduce la Historia y nos llama a seguirle en su misión hasta que el Reino de Dios sea consumado. 

Dios se mudó a nuestra colonia. Dios se mudó a mi trabajo. Dios se mudó a mi escuela. Dios con nosotros: Emmanuel. Pero esta mudanza es menos extravagante. Incluso pudiera pasar desapercibida. Por eso a veces la incredulidad de la Navidad, porque hay un bebé en el pesebre Y al contemplarlo nos preguntamos como Juan de Fidanza: "¿Es posible que este niño que llora sea Dios?". Sí. Dios con nosotros: Emmanuel. 



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