Liminalidad
Apenas llegamos un mes en Vancouver pero ha sido un tiempo largo. Suficiente para reconocer los estragos causados por la mudanza en Ale, en mí, en nosotros. Salir de Tijuana fue una locura, no hay muchas formas de explicarlo. De pronto dejamos todo y a tofos, como una urgencia de responder afirmativamente y con movimiento a una invitación de Dios para tomar el camino. Cosquillas que nos sacan de la comodidad. Todos los “sí” que hemos dicho a Dios pasan factura de implicaciones. Por ejemplo, ya no tengo un marco claro y rígido de referencia para proyectar al futuro. Estamos en transición y siempre es mucho más fácil reconocer lo andado que el porvenir. En Tijuana se quedó nuestro “lugar seguro”, la zona de confort y el fruto de nuestro trabajo. Pero todo está allá, lejos; nosotros ahora estamos acá, en otro sitio. A este nuevo lugar estamos invitados para asumir y hacerlo nuestro “hogar”. Antes de sumergirnos en la dinámica de la nueva ciudad pasamos un tiempo de retiro e...